sábado, 26 de junio de 2010

Lluvia ácida

Cuando me busco en Internet, Google acaba la palabra por mí y me llama Lluvia Ácida.

Mi amiga La Loca fue en longboard a la peluquería para teñirse las canas.

Frente a mi piso nuevo viven tres mafiosos rusos: dos calvos casi idénticos y una tía rebuena que a veces folla en la terraza con alguno de los dos. Tienen alfombras de piel de vaca. Las tienden en la baranda para limpiarla de semen y cocaína.

Frente a mi piso nuevo también viven diez plantas de maría, un padre joven, una entrepierna en gayumbos, y algún fumador que intenta dejarlo. Un edificio más bien bajo se oculta tras la malla verde que en Mallorca utilizábamos para coger almendras.

Me encontré a un amigo en el cine. Se sentó a mi lado con su novia. Todos sabemos que tiene novia, pero nunca nos lo ha dicho. En cambio, todos sabemos que está enamorado de mi amiga La Loca porque eso sí lo dice sin pudor. Mi amiga La Loca también se enamoró de él. Cuando tuvo oportunidad de intentar algo con ella, él se retrajo, cobarde. Era por lo de la novia y eso; es una chica de buena familia. Tiene dinero. Creo que ya se han casado. O se casarán este verano, no sé. Supongo que mi amiga La Loca está demasiado loca para que mi amigo se arriesgue a dejar a su novia de buena familia. Da igual, ella lo ha olvidado. Hace siglos que no se ven. Él incluso la ha desagregado del Facebook, imagino que para no caer en la tentación.

Mi amigo se sentó por casualidad a mi lado en el cine. Vimos Two lovers. Nos reímos. Su novia aún no sabe por qué.

Mi Amor Sobre Ruedas pinchó. No, eso no es verdad. Pinché las ruedas de mi Amor Sobre Ruedas, que ahora enseña a mi amiga La Loca cómo se lleva un longboard.

Pones que te has separado en Facebook y la gente comenta "me gusta esto".

Escucho la música de viejos conocidos en Spotify. Luego escucho la música de los desconocidos. Finalmente, la de un antiguo amante.

Tengo la impresión de que nunca más seré capaz de escribir. Por eso lo hago sin pensar demasiado, una palabra y otra, mientras suena First Of The Gang To Die, de Morrissey.

De camino a Banyoles pensé que, cuando Morrissey muera, pasaré un día entero sin hablar con nadie, en señal de duelo. De camino a Banyoles también pensé que han pasado 13 años desde que los primeros amigos que tuve en Barcelona se mataron en un accidente la noche de Sant Joan, mientras yo estaba en Castelldefels. Este año han sido 12 los muertos en Castelldefels, pero ayer dijeron que eran 13, igual que el número de años que llevan muertos mis primeros amigos en Barcelona.

También pensé que, durante el accidente, los chavales sacaron fotos de la masacre. Me recuerda al gag de una película que me contaron, ah, sí, la de uno que quiere ser superhéroe, y diseña un traje de superhéroe, como Spiderman, y sale a la calle para salvar al mundo del caos, y unos chorizos lo muelen a palos y alguien entra en un bar y grita: "Eh, pelea, pelea!", y todos salen con el teléfono móvil para grabar la escena, o algo así.

Otra película: Canino y el juego de poner el dedo bajo el grifo del agua caliente, a ver quién aguanta más. O la frase: "un pequeño zombie ha crecido en nuestro jardín". O la de: "un enorme coño iluminaba la sala de estar". No sé si ésta última era exactamente así.

La ropa en cajas de cartón, en bolsas de plástico azul. Tantos libros por empaquetar.

Una habitación vacía donde solo esta vieja mesa barata sostiene mis palabras.

Las gaviotas chillan desde la grúa en la que otean la ciudad. En los portales de las casas, los carteles anuncian que arrancarán los árboles del Parque de la Sagrada Familia uno a uno. Replantarán los que estén en mejor estado en otros jardines de Barcelona. Los demás irán a la UCI de las plantas. Bonito eufemismo para omitir que van a cargarse el Parque de la Sagrada Familia.

Fui a Croacia. Alrededor de algunas ventanas, todavía están los impactos de los francotiradores.

I'd Rather Dance With You.

Desde el balcón, una luna roja se recorta enorme sobre el mar.

Brindo por ella con una cerveza.