Ayer me levanté de espaldas a mí misma. No es lo mismo que levantarse girada. Tampoco es lo mismo que levantarse al revés. Si te levantas al revés, te pones de patitas en el techo y listo. Levantarse de espaldas a ti mismo es más complicado, porque intentas entrar en razón, pero no hay manera: no te haces caso. Y además, que yo sepa, la razón no tiene ni derecho ni derecha, aunque La Razón sea de derechas y los derechos se tengan que firmar en plenas facultades mentales y racionales.
Pero a lo que iba, cuando te levantas de espaldas tampoco puedes encararte a ti mismo. Como mucho, puedes intentar perseguirte un rato. Decirte: "Eh, espera, date la vuelta", algo así. El problema es que cuando te levantas de espaldas y caminas, las rodillas se te doblan en dirección contraria a la que les corresponde y es muy incómodo, te sientes como una grulla, o como un flamenco. Y una es belga, pero no tanto.
Encima tienes la impresión de que lo dejas todo atrás y, a la vez, de que no avanzas, y bueno, a eso sí que estamos acostumbrados. Pero una cosa es estar acostumbrado porque te crees un filósofo, y ves el tren de tu vida pasar, dejando atrás los viñedos y los campos de tu niñez, mientras el resto del convoy, tan largo él, tan lleno de camarotes y vagones-bar, impide que divises el futuro... una cosa es imaginarte eso porque te crees poeta filósofo, digo, y otra muy distinta darte cuenta de que, de repente, tu vida es así de verdad, sin metáforas. Todo porque te has levantado de espaldas.
Entonces estás obligado a reconocerte, como cuando te ves de perfil, pero de espaldas. Y reconocerse es un coñazo, porque todos los re-algo son un coñazo. Porque, de hecho, la nota re es un coñazo, aunque también es necesaria. Aunque no tiene la gravedad del do, ni la simplicidad del sol, ni la posesión del mí, ni la duda del si, ni la la de la.
El re es como un fa, pero en re. O sea, lo mismo que como cuando te ves de perfil, pero de espaldas. No sé si me explico.
La cuestión es que ayer me levanté de espaldas, supongo que porque la frente se me quedó pegada en la almohada. Y decidí que, ya que estaba, cambiaría de vida. Mi miré al espejo, me sentí como Magritte, belga como yo, no sé si flamenco. Y desde entonces veo en mi reflejo el imposible.
Re-flejo. Otra vez re.
En francés, re se dice je. No saben pronunciar la erre.
Recomencemos, reinterpretemos, reinventemos. Repitamos. Re. Je, a lo francés.
Rererere.
Jejejejeje.