viernes, 12 de febrero de 2010

La Maga y Horacio

Aprendimos a sentir todos juntos. Los cinco, como el club de Enid Blyton. A ellos les costaba menos que a mí. Mi amiga Jo me los presentó y Julio todavía recuerda cómo me quité el jersey, y me senté con ellos naturalmente y resulta curioso que, doce años después, sigan destacando (son otros, no son amigos, son desconocidos) mi naturalidad.

Doce años se dice rápido.

Aprendimos a sentir como aprendieron a hacerlo tantos otros, con Silvio Rodríguez y Rayuela, unos porros que no sabían a nada, El lado oscuro del corazón, la parte lúcida del ingenio, la parte lúdica de los libros, la parte luminosa de nuestros nombres, horas en el bar de la facultad, horas en cualquier sofá. Buck y Mario tocan la guitarra, siempre es de noche. Siempre nos sorprende esa Hora Peligrosa en la que todo vale. Siempre vamos un poquito más allá, y descubrimos emociones, descubrimos sentimientos que no nos habíamos permitido antes, reunimos sin darnos cuenta tantos momentos. Nos vamos descubriendo, sin más.

Cada uno de nosotros llevaba siempre consigo un cuaderno. No era un cuaderno secreto, no existían los secretos entre nosotros cinco. Yo cogía el cuaderno de Mario, o Mario alcanzaba mi cuaderno, por ejemplo, y escribíamos cualquier cosa. Solíamos ser más íntimos en nuestros propios cuadernos que en el cuaderno de los demás. Entre los cinco fuimos inmortalizando un año que sería determinante y definitivo.

Mario trabajaba en un albergue o de camarero para pagarse la carrera. Julio estudiaba, pero no recuerdo si también curraba en algún sitio.

Jo salía con Buck, Buck es hermano de Julio. Buck canta de puta madre. Recuerdo un concierto a capella en la plaza Sant Felip Neri acojonante. Entonces Buck y Jo ya no salían juntos, pero da igual, porque seguían juntos de aquella manera no sé si espiritual o simplemente absoluta que sólo conocí con ellos. Era como si nos hubiéramos puesto de acuerdo para dárnoslo todo. Mario y yo nos hemos dado los mejores abrazos del mundo.

Nuestra historia acabó de repente, con la tranquilidad de los acontecimientos que nadie sospecha que son para siempre. Habíamos estado ahí y, de pronto, desaparecimos. Mario y Julio dejaron el piso de Regàs, yo me fui una temporada a Mallorca, no he vuelto a saber de Buck, a Jo la he visto de vez en cuando.

Un día supe que Mario se había tatuado en el ombligo un sol en espiral que dibujé en su pared. También me llamó en una ocasión para que escuchara una melodía que había compuesto y que tocó al piano.

Jo se ha ido a vivir a Grecia. El otro día, en una entrevista radiofónica, el conductor del programa me preguntó: "¿Recuerdas a alguno de tus compañeros de piso?", dije que sí, que claro, que me acordaba de todos ellos. "¿Cómo se llamaban?", insistía él, y yo, que no entendía nada, acabé por nombrar a Jo.

Jo estaba al otro lado del teléfono.

Nos reímos mucho en directo, y aquella tarde nos conectamos a Skype para ponernos al día de esas vidas que sencillamente se fueron distanciando. Al principio, en Grecia, lo pasó mal. Además, sus padres se han divorciado y tiene la impresión de que no tiene adónde regresar, en caso de que quisiera hacerlo. Hablamos durante horas y horas, y fui feliz porque la felicidad es sentirse afortunada.

Julio me localizó por Facebook. Vivió una temporada en Oxford, creo, y tiene a la Dama de Shalott, de Waterhouse, en su perfil. Gracias a sus fotos puedo ver que se ha dejado el pelo largo, lleva coleta, y esas gafas de pasta enormes que ya tenía hace doce años, la misma barba espesa. En la carpeta Conciertos memorables, tiene imágenes de Carles Benavent, Ben Harper, Bruce Springsteen, Dee Dee Bridgewater, Dianne Reeves, Elton John, Dire Straits, Jet, Paco de Lucía, Javier Colina, Leonard Cohen, Chucho y Bebo.

Todavía nos recuerdo en la plaza de la catedral esperando a Lou Reed, estábamos en primera fila. Pasamos tantas horas esperando y había tanta gente en esa plaza, que Julio empezó a encontrarse mal. Tuvo que irse antes de que empezara el concierto. Nos esperó junto a la furgoneta de la Cruz Roja.

Jo se estaba meando, pero como era imposible salir de allí, decidió orinarse en los pantalones. Un chico junto a ella le dijo: "Creo que eres la mujer de mis sueños".

Julio, Jo... poco a poco nos fuimos reencontrando mediante una distancia que no conocimos mientras éramos amigos. Nos encontramos gracias a los demás, creo. Mejor dicho: nos localizamos aunque no llegáramos a vernos.

Escribí un libro. En el libro, aunque de forma oblicua, hablaba sobre ellos. Hablaba mucho de Jo. Hablaba de los peces, los pisos de estudiantes, las horas peligrosas que pasábamos aparentemente sin hacer nada, inconscientemente dándonoslo todo.

El libro ganó un premio. Me hicieron entrevistas. Muchas entrevistas. Llegué a casa agotada, tenía doscientos mensajes en la bandeja de entrada. Los contesté todos. Luego, no sé muy bien por qué, supongo que por inercia, consulté un correo electrónico antiguo.

Ahí estaba Mario. Mi querido Mario. Asunto: "Hoy me has hecho llorar".

Entonces también yo rompí a llorar y a llorar, a lágrima viva. Porque en su e-mail él recordaba cosas que yo también recordaba, y que había escrito en este blog y en mi novela, sin que él lo supiera. Lloré por esas conexiones que traspasan la distancia que marca el tiempo, y lloré porque entendí que todo lo entendía gracias a ellos.

Gracias a él.

La felicidad es sentirse agradecido.

Lloré porque viví una temporada en París y él no lo sabe. Lloré porque soñamos muchas veces que vivíamos juntos en París y nos encontrábamos sin buscarnos, aunque supiéramos que andábamos para encontrarnos.

Lloré porque, en realidad, hemos estado juntos todo este tiempo, mi sol tatuado en su ombligo.

Llegó mi amor sobre ruedas y me vio llorando. Nos reímos mucho porque llorar así resulta ridículo. Le dije que estaba llorando de cansancio, y de pura felicidad. Porque con Jo, con Buck, con Julio y con Mario aprendí a sentir. Aprendimos juntos.

Ayer vi a Mario. Le invité a una fiesta y sabía que no podría hacerle mucho caso, pero también sabía que vendría y visualicé tantas veces el momento de su llegada que cuando al fin llegó, lo recibí como si nunca hubiéramos perdido el contacto: con un abrazo, pero naturalmente. Hacía doce años que no nos veíamos.

Se sentó en un banco y se sirvió cervezas, se lió unos cuantos cigarros, hablé con él menos tiempo del que me hubiera gustado. Él parecía contento observándome, recordándonos. Llevaba consigo dos cuadernos. Los cuadernos del piso de Regàs. Me dijo que los había traído por si también venía Julio, para prestárselos. Julio ha escrito unas cuantas cosas en aquellos cuadernos. Yo, muchas menos.

Julio no estaba, así que los cuadernos me los he quedado yo. Uno tiene la Cuadratura Humana de Da Vinci en las tapas, tamaño cuartilla. El otro es más grande, de color amarillo con una uve roja lateral que lo atraviesa. Los dos cuadernos son de espiral y tienen las tapas duras.

He empezado a transcribirlos, sin permiso. No sé si continuaré haciéndolo. Pero los leeré, eso seguro. Me reencontraré en todos ellos.

Cuando Mario se fue, nos dimos el mejor abrazo del mundo.

Los cuadernos de Mario

1998

Página 1: Where?
c/Regàs, 7-9, 2º B Esc. A
Al barri de Gràcia, Sant Gervasi
Balmes-Via Augusta
(Los pijos de Badalona)

Página 2: Who?
Mario y Julio

Who else?
An, María, Javier, Carlos, Jo, Marta, Ferran, Jordi, Jordi, Mel.

Who else else?
(Unexpected incomers 24-4 a day)

Página 3: The Piso
Inventario
Nevera que-te-cagas
Lavadora que-te-cagas (carga superior)
Ordenador que-te-cagas
Camas que-te-cagas (dos plazas)
Sofá que-te-cagas
...
Lavabo que-te-cagas
Y con la letra de Jo: Taladradora que te cagas

Página 4:
Palabras:
lluvia, Lisboa, Carver, magia, jazz, café y cigarrillo, domingo, piano, blanco y negro, París, la letra L, fuego, llama doble, amor-erotismo-poesía, Gershwin, rapsodias azules, retales de la gran ciudad, Nueva York, indios algonquinos, mesa, mujeres que fuman, boca, pintura, humo, niebla, Londres, rayuela, 8, peces de colores, días y noches que se escurren, muelle gris, estopa amarilla, cerveza tibia, sangre, estrellas, lunas de papel, sal de tiza, cielo, ceniza, paseo por un techo blanco, filtro de sueños, Tristán e Isolda, Carmesina, Dulcinea, hélice, bona nit, besos de mariposa, espuma, claridad de alba primitiva, obsesión, el mar, la mar, el mar, él, la lágrima, vibración, péndulo, vértigo, lucky strikes, Gracia, Lucía-maga, Jo-aviadora, Mario-An, An-Mario, miradas, amigos, gente, calor (cálido temblor que no cesa y sigue).

Página 5:
Jo ha dibujado uno de nuestros soles en espiral, algo así como una lupa y un as de picas. Ha escrito: Conjuro!

Página 6:
Palabras:
Una lluvia de palabras, sangre, algodón, celo, el filo frío de la luna, cuchillo, blanco, malabarismo, equilibrio, cigarrillo, miércoles, cigarrillo, cigarrillos, libros, libros y libros, noches, sueño, sueños, jazz.

(creo que con la letra de Julio)
Paz de un momento que te engulle suavemente y te acoge en su útero blanco de días de lluvia. Por qué tanta poética? Podría confesar simple y llanamente que la modorra de una comida acompañada de cerveza a las cuatro de la tarde me ha conducido a ese lugar que la sociedad reserva para horarios no convencionales y placeres/impulsos sexuales. Poco sexo en compañía es la tónica hasta el momento, aunque, después de todo, la ausencia de aromas embriagadores en mi reino, en cualquier cama, hacen que la vida en la oscura caverna de Platón resulte de lo más completa.
Sólo deseamos lo conocido.
Sólo nos entristece el recuerdo.
Con sus olores presentes desplegados.

Página 7:
(¿con la letra de Jo?)
3 de febrero en Regàs.
Mañana solitaria, peces de colores, cocina grasienta que vuelve a la normalidad, llamadas: al otro lado Buck, Este, Silvio que enmudece poco a poco (¿por qué no habrán grabado sus canciones en una cinta de 90?), claro y oscuro, muñequitos del día de los inocentes, vecina con bata lila y pelo amarillo, vidas y cuentos de locura, ¿me llamará Julio? Habitaciones repletas de sueños, ¡qué palo tener que ducharse!, apareció el duende... Fin. La (y el dibujo de un conejo).

He dibujado un palo con pelos largos, una chica sin pelo, una luna, una bruja, un porro, un cerebro atado a un corazón mediante un cordón umbilical, un bolígrafo bic, y un marciano, una frase al revés. Junto a cada dibujo, pongo: "Hola, sóc jo".

Y a continuación, con mi propia letra:
Julio dice que hay muchas Mel.
Mario dice que me gusta hablar de mí.
El ordenador de Este dice que me gusta escucharme.
Aquí estoy yo! (con todas mis consecuencias...)

Página 8:
El cielo de la guerra
Debe de ser que a muchos ojos los ha cegado el calor ardiente del cielo de una guerra.
Debe de ser que a muchos pasos los ha frenado, en seco, el peso insoportable del cielo de una guerra.
Debe de ser que a muchas almas las ha ensordecido el temblor del relámpago del cielo de una guerra.
Debe de ser que muchos gestos se han perdido, para siempre, con la visión de un pájaro que vuela por el cielo de una guerra.

Palabras de una madrugada de sábado:
noche de palabras, recuerdos, olvidos, la droga que empuja a soñar, ojos velados por sombras del pasado -reciente- lejano, oscuridad y un silencio de televisor apagado, y el tiempo cae como un cuerpo desmayado.
Quizás, otro amanecer, palabras escritas de lo que oigo.
JM: No. Para el comedor ya está bien. No quiero, para dormir no se necesita somier, ni siquiera piso. Se puede dormir en la calle.
F: ¿Tú que duermes, con el colchón o en el suelo? ¡Ah, pues es una opción!
Este: Me encontré un día a Jo viniendo de los ferrocatas.
Ella: El toque femenino del ramo de mimosas.

"Hay que ver qué felices son los animales comiendo", Mario dixit.

Página 9:
(con mi letra)
Día diecisiete de marzo de mil novecientos...
Estoy en la calle Regàs. Para más información, en casa de Mario y Julio. Para más información, no tenemos lavadora y he venido aquí a lavar la ropa. Mejor dicho: he venido a recoger la ropa que, por cierto, todavía no está seca. Para más información, Silvio hace de las suyas (como siempre entre estas cuatro paredes llenas de peces y calvins y cafés). Mario y Julio no están. Mario trabaja en el albergue, Julio da clases de francés. Me estoy fumando un cigarro. Estoy escribiendo. Necesitaba 400 pelas en monedas de 20 duros para sacarme unas fotos carnet en una de aquellas máquinas de metro (o, como en este caso, de ferrocarriles) que hacen fotos por 400 pesetas en monedas de 20 duros. De camino hacia aquí he pasado por un mítico todo-a-cien, he comprado dos míticos cuadernos por cien pelas. Necesitaba el cambio de una moneda de 500 pelas. Las máquinas ésas de fotos sólo te hacen las fotos con monedas de 100. He pagado los dos míticos cuadernos por veinte duros con la moneda de quinientas. Y la muy puta de la dependienta me ha devuelto dos monedas de doscientas. Esto sí que no lo había previsto. He acabado pidiendo cambio en un bar, que es lo que intentaba evitar y lo que tendría que haber hecho desde el principio. Pero bueno, soy positiva, porque he decidido mirarlo todo desde el punto de vista positivo. Y concluyo que en realidad todo ha ido sobre ruedas (como Mario cuando va en bicicleta) porque, aunque me he cagado en la estampa de la puta dependienta (como hubiera hecho mi gato si hubiese comido sobrasada), luego he podido escribir a Aina desde uno de los dos míticos cuadernos por veinte duros y desde la mesa del comedor de Ca'n Regàs. La excusa era perfecta: esperaba a que la ropa se secase. El resultado lo tenéis aquí, traducido al castellano (a Aina le he escrito lo mismo en catalán).
Bueno, pues eso, que una aferrada pes coll.
El Fullet.

Página 10:
La luz se confunde con la soledad cuando amanezco y tú te quedas a oscuras en la noche de estas paredes que dan forma a tus silencios. No tengo soledad, sólo silencios entre corchea y bemoles, entre canción y poesía, entre noche y día, entre noche y noche, entre tu soledad sin música y mis silencios, sin ti pero con rimas y notas.

Página 11:
Viernes, 24 de abril de 1998
BCN-MAD
"A galopar, a galopar... hasta enterrarlos en el mar".
Una carta. Un tren. ¿Una cura de alma? Por fin, y desde hace mucho tiempo esperado, un viaje. Apenas recuerdo la última vez. "...une projection d'images et d'images et d'images...".
El tren sale con retraso: cinco minutos. Sólo. Sin embargo, algo dentro de mí me dice que los minutos de pronto son años. Por cierto, ¿cuántos años hace que no veo a S? Es la misma sensación que tengo cuando dejo de escuchar a Silvio y un día me doy cuenta -necesito- volver a él. Necesito sus arpegios, sus metáforas, sus poemas, sentirle, quoi. No es que no lo tenga presente. Eso ya no es posible. Más bien creo que deja de avanzar en su conocimiento (?). Es por esa razón que me cuesta el doble volver a ese estado: alcanzar el primer nivel para seguir adelante.
Pero cuando digo Silvio digo S, digo familia, futuro con unas raíces indestructibles, digo vida, digo trabajo... y M, y Este, y An, mi An. Digo Mario, en definitiva.
Eso: Mario.