Anoche estaba en casa preguntándome empíricamente si eso del calentamiento global no será una patraña, cuando sonó el timbre. Me acerqué al interfono, dije, ¿sí?, y al otro lado oí un carraspeo. "Oye", contestó Satán, "que me quedé con las ganas de cenar contigo".
Yo, que durante estos días me he estado informando sobre su persona y ahora sé que escucha Iron Maiden a toda hostia, se pone corbatas a rayas inclinidas y grises con camisas grises a rayas verticales, y que de madrugada suele pasearse con tacones en el piso de arriba, ya no quiero quedar con él, porque no es mi tipo. Y le contesté: "Uy, no, chato, creo que me confundes con otra".
Entonces él me pilló de pleno, porque dijo: "Bueno, verás, creo que tengo un zapato que te pertenece, y he leido bastante acerca del tema, ¿sabes? De modo que si te va bien, te llevaré conmigo por los siglos de los siglos". Joder, me entró un cague importante; por su tono de voz, el tipo parecía persistente (que es la manera amable de llamarle a un tío pelmazo). Así que le dije que me diera unos minutos para arreglarme un poco mientras pensaba cómo quitármelo de encima. Bueno, en sentido figurado; yo con ése no me acuesto ni muerta. Es decir, si todo va según lo previsto en la Biblia, claro.
La cuestión: una vez abajo, le expliqué a Satán que la expresión corriente es "como anillo al dedo", o "le queda como un guante", pero nunca "como zapato al pie". En otras palabras, que por muy bien que me fuera el Mascaró que tenía en sus manos, eso no significaba que tuviera que quedarme con él. Con Satán, quiero decir; el zapato sí quería quedármelo, porque ya os dije que es una pieza muy cara y muy valorada en Nueva York.
Satán respondió que soy una inculta, porque por lo visto cuentan los libros especializados que un príncipe se pasó no sé cuánto tiempo buscando a una chica que había perdido un zapato de cristal en un baile, y que al final encontró una chacha y el príncipe pensó: "Bueno, tiene un buen par de tetas, probemos", y le puso el zapato, y le iba. Y se casó con ella, y la arrastró a su reinado para que le limpiara a fondo el palacio.
"Y como yo soy el Príncipe de las Tinieblas, tengo que seguir la tradición", dijo Satán.
Contesté que las tradiciones me parecen una chorrada, porque entonces tendríamos que bailar jotas en las dicotecas, y defecar regalos por las esquinas, como el Caga Tió. Y que si se creía que yo le iba a limpiar el Infierno, pues que lo llevaba claro, porque me parece que está lleno de asuntos turbios, y pactos sucios, y es un desastre.
"Todo depende de cómo te quede el zapato", sonrió él maliciosamente.
Estaba dispuesta a cortarme los dedos del pie, o darle una patada a una de las hormigoneras que hay en la calle, para que se me hinchara como un globo, cualquier cosa antes de que el zapato encajara. Entonces, se me ocurrió algo. Le propuse: "¿Por qué no te lo pruebas tú? Dice House que la mujer diez en realidad es un hombre" (citar a House siempre da cierto caché).
Al volver a casa, abrí una botella de brandy Mascaró solera gran reserva y brindé por los Stones.
jueves, 25 de enero de 2007
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5 comentarios:
Pues yo había oído que el Diablo viste de Prada.
Vaya historia!!
Yo no creo en Satán pero sí q haya una relación entre el fin del mundo y los stones.
Al, te lo creas o no, acabo de leer un artículo ilegible sobre la película, y resulta que va de la dignidad humana. ¡Menuda horterada! Y encima el director miente: no será un señor, pero Satán es hombre de la cintura a los pies.
Es una referencia o una correccion? Yo, por si acaso, lo he mirado en la RAE, y bueno... los dos tenemos razon, pero tu mas...
Me gusta este mundo en que satán llama al telefonilllo y no entra por la ventana, me gusta más como lo cuentas, me gusta que hayas hecho una visita al vórtice, ojalá pases más ;-)
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