martes, 9 de enero de 2007

Hallada tabla de surf en los Monegros


No sé lo que hicistéis el último verano. Yo estuve trabajando en mi ensayo sobre las ausencias presentes; es decir: eso que queda cuando una mujer muy perfumada se va del metro, por ejemplo, o cuando echamos de menos a alguien. Los recuerdos también son ausencias presentes. La chica cuya foto carnet encontré en Plaça Catalunya, en cambio, sería una presencia ausente. Porque está, pero no es; al menos, que nosotros sepamos.

Bien. El caso es que pensé que los desiertos son lugares propicios para dar con ausencias presentes, así que me dirigí a los Monegros. Si hubiera basado mi ensayo en la soledad, hubiese ido sola al desierto; pero mi ensayo no va sobre la soledad, porque entonces no se lo podría enseñar a nadie. La cuestión es que, después de varios días perdidos en las carreteras secundarias, mi compañero de viaje y yo vimos un cartel muy sugerente: "Los Monegrillos, 37 kilómetros". Y seguimos la flecha.

Nada más entrar en el desierto, encontramos una tabla de surf en el arcén. Bueno. Vamos a ver. Estamos en Zaragoza, en Zaragoza no hay mar, y no nos hemos fumado nada que no autoricen las Autoridades Sanitarias. Así que debe ser un espejismo. Le saco una foto a la tabla. Si la imagen sale luego en la cámara es que estamos ante un caso digno del programa de Iker Jiménez, porque las cámaras de fotos, que yo sepa, no registran los espejismos. Cick.

Miramos por la pantalla de la cámara y, en efecto, ahí está la tabla. "A lo mejor es para hacer un cut back sobre la ola de calor", digo.

Mi compañero de viaje sale del coche, coge la tabla, e intenta introducirla en la parte de atrás. El coche es grande, pero la tabla no cabe, así que le suelto un: "La tabla o yo" que me deja abandonada en el arcén. Por chula.

Durante la media hora que deambulé por el desierto, estuve buscando al camello Jonathan para que me devolviera a casa; pero claro, supongo que en verano estará de vacaciones en Cancún. De modo que me senté a esperar que no cayera el diluvio universal, porque entonces el único que se salvaría sería mi antiguo compañero de viaje.

3 comentarios:

El antiguo compañero de viaje dijo...

Hola. Antes de que empiecen a aparecer compañeros de viaje falsos o impostores, os anuncio que el antiguo compañero de viaje soy yo. Y sí, cometí el terrible error de escoger la tabla. Nadie se puede imaginar lo dura que ha sido mi vida desde entonces. Y es que la tabla resultó ser una mierda y a la primera ola se me rompió...

Zoográfico dijo...

Menuda historia, Mel Alcohólica!! Lo bueno de que te dejaran en mitad del desierto es que tendrías tiempo de sobra para pensar, que eso nunca está de más! Brindo por la melalcoholía y los desiertos entablaos! Un saludo!

Mel Alcoholica dijo...

Bueno, lo cierto es que al cabo de diez minutos me pareció ver a dios que aparecía de detrás de una duna con un bañador hawaiano con palmeras estampadas sobre un fondo fucsia, medio llorando con ese único ojo triangular que tiene en la frente, preguntando, mientras gemía, quién le había robado su tabla de surf.
Y pensé: ostia.
Eso fue todo lo que tuve tiempo de pensar.