viernes, 10 de octubre de 2008

Striptease aburrido

El cansancio me desnuda con la delicadeza con la que una actriz se arranca la peluca, ya en el camerino, harta de interpretar siempre el mismo papel, sorprendida de que los demás todavía se lo crean; se consuela intentando pensar que debería de sentirse orgullosa.

Y así, en pelotas (toma striptease emocional), recupero cartas que me hicieron escribir las borracheras y que luego, en un ataque de lucidez, nunca envié a sus destinatarios. Por ejemplo, la tuya, que empecé en uno de mis cuadernos, y que dice (transcribo):

"Tú me enseñaste que ésta era la canción de una mujer que había perdido el alma y la buscaba. Tal vez su alma también la buscara a ella, seguramente; ¿cómo podrían existir la una sin la otra? No sabía que te hubieras dejado aquí el CD de ópera, estoy segura de que, por lo menos, te devolví la caja. La carcasa. Luego viene aquel aria que desafiné sin vergüenza y a pleno pulmón en un coche, en Menorca, donde la luz de la isla te hizo llorar". Y aquí se acaba, porque llegó el cartero, llamó dos veces, y me trajo una puta notificación de hacienda que me puso de mal humor.

Anoche, de madrugada, completamente taja, escribí otra de esas cartas que tampoco llegarán a su destinatario, entre otras cosas, porque no iba dirigida a él. Es decir, me despeloté delante de un tío hablándole de otro; ninguno de los dos lo sabe, porque, una vez escrita, seleccioné todo y borré.

Ah, pero sí, hay tres hombres con los que hubiera podido compartir mi vida; con uno de ellos me di cuenta demasiado tarde, los otros dos no me dieron tiempo.

Y la soledad no me molesta, es mi mejor compañera. Ni siquiera a ella le cuento todo esto. Para qué? La tía nunca contesta.

Mi querido Martin (por cierto, ¿dónde estás?) sabe que le envié un SMS a alguien una noche, en el que decía: "Por lo menos existes". Quien lo recibió nunca creerá que le amo en serio.

Las actrices no tienen sentimientos, sólo rimmel, que no les permite llorar.

Y la actriz se mira al espejo, el pelo pillado con horquillas, y piensa que ya no tiene excusa. Hasta ahora se decía que ninguno le gustaba lo suficiente. Ahora comprende que es ella quien no les gusta.

Su papel sólo despierta aplausos. Sólo eso.

Pero no me hagáis caso, la culpa es del cansancio, ese comediante desmaquillante. Nada comedido. Y aburrido.

3 comentarios:

Don Peperomio dijo...

ando pasando una pequeña crisis (de identidad y creativa) y no se me ocurre nada ingenioso que dejar como comentario. Pero te sigo leyendo. Siempre.

errante dijo...

yo también te leo, siempre, aunque no sriva de nada

Anónimo dijo...

Me quedo con una parte entre todo esto, yo creo que cuando realmente se ama ocurre en silencio, qué cosas.