sábado, 26 de enero de 2008

Mi carta de amor al Príncipe Felipe

A la edad en la que los demás escribían cartas a los Reyes Magos, yo le envié una al Príncipe Felipe. Él tendría unos 16 años, y recuerdo que le dije que me parecía muy guapo.

Tumbada boca abajo en la alfombra de mi casa, repasaba con mi tía las faltas de ortografía. Metimos mi primera carta de amor en un sobre, apuntamos la dirección de la Zarzuela, y esperé una respuesta.

Descubrí la incredulidad poco después, cuando, unas semanas más tarde, mi buzón permanecía vacío. De ahí pasé al desconcierto, y justo cuando sentí que se me iba a romper el corazón, decidí que la sangre azul es propia de pitufos, y que los pitufos tiene una voz desagradable y un aspecto patético. No iba a permitir que un puto pitufo me jodiera la existencia.

Un día apareció una entrevista del Príncipe en el Hola, o en un sitio así. El muy cínico aseguraba que contestaba a todas las cartas. Y por unos segundos llegué a creer que la mía se habría extraviado por el camino. Por eso él nunca la recibió ni respondió nada.

Duró muy poco tiempo, ya digo. A los seis años ya era una mentirosa profesional, y supe que aquel tipo me estaba engañando. Nos estaba engañando a todas. Era un cabrón, y tenía que olvidarlo.

Lo sustuí por Fernando, que tenía una cicatriz en el labio, nombre de rey, sabía ladrar como un perro, y se sentaba en la última fila. Mantuvimos nuestro amor en secreto hasta octavo, cuando por fin alguien pintó un corazón en la pared del patio con nuestras iniciales dentro y, después de verlo, nos cogimos de la mano.

Ahora Fernando vive en un pueblo, se ha casado y es papá. Felipe también. Con la diferencia de que Felipe ya es viejo. Demasiado para seguir siendo un príncipe azul, o de cualquier otro color.

Cuando me dijeron que Felipe se había enamorado de una periodista como yo, cuyo nombre empezaba y acababa igual que el mío, pensé que se había pasado veinte años buscándome y, al final, se había confundido.

Me alegré, la verdad. Para entonces había conocido a dos Fernandos más, unos cuantos Jordis y Xaviers, Pablos, Sebastianes, Erics, Pepes y Alberts y, en fin, me lo había pasado muy bien reinventándome la realidad en lugar de aburrirme con la realeza. Visto lo que he visto después, ese Felipe no tiene puto sentido del humor; a mí, por ejemplo, me encantaría ser la chica del Jueves.

También me alegro de que fuera el primero en rechazarme, porque así siempre puedo consolarme con que los demás, total, no están a su altura. O a su alteza.

Ahora ni siquiera podría escribirle que es guapo. Y es curioso. Porque, a pesar de todo, yo sigo creyendo en príncipes.

Aunque él lo tiene peor, que sigue creyendo en los Reyes.

8 comentarios:

Diamante dijo...

A quien se le ocurre escribir una carta a alguien que no te conoce? que no tienes ni el nombre de la calle ni el número!? Que me vas a decir de lo pitufos maquineros símbolo de la españa popular!?

La niña le contó a su madre y a su hermana que estaba muy emocionada despues de un tiempo con el novio... (hizo una pausa y seguidamente contó lo que pasó entre ellos bajo la espectante atención de la madre y la hermana mayor)... se habían cojido de la mano, con lo que la madre y la hermana rompieron a reir.

Creía que la princesa se llamaba Alicia.

Anónimo dijo...

FELIPE:
Al contrario que el resto de mortales, Felipe empezó a creer en los reyes cuando se enteró de que eran los padres. Lo que nunca le quedó muy claro era qué pintaba el negro ese. Y Peñafiel no se moja.

Un año Felipe fue malo y los reyes le trajeron a Doña Letizia, cuando lo que él quería era carbón. O en su defecto un minero.

MERECIDO IMAGINARIO FOLK
Al noble pueblo español le traen regalos monarcas.
Al campechano pueblo vasco lo bendice un simpático carbonero.
En Cataluña se caga la madera.

MEL:
Cuando comprendiste que, por razones ortográficas, jamás pisarías la Moncloa probaste a hacerte Borbón.

Unknown dijo...

Imaginate que te contesta y no te rechaza.
Descubririas que la sangre real en vez de azul es de un color marrón desagradable, o que el rey en la mesa te soltara un "Por que no te callas".
yo no podría dormir..

humo dijo...

A mí lo que me gustaría saber es dónde puñetas escribes como profesional, para tener el placer de leerte cada día y, de paso, enviar a tu jefe cartas diciendo que eres lo más cojonudo que han contratado.
Cuando me de por el rollo lésbico (cosa que no descarto, si vivo lo suficiente), te escribiré cartas de amor a ti.

la cocina de frabisa dijo...

Magnífico relato. Me ha gustado la historia, muy bien narrada. Enhorabuena

Alberto Ramos dijo...

Él se lo pierde.

(El próximo bourbon me lo tomaré a tu salud.)

errante dijo...

aunque no tenga que ver con el post, alomejor te gustaría pasarte por el post de vitruvia, http://vitruvia.wordpress.com y darnos algunos consejos, nos vendría muy bien

vaderetrocordero dijo...

Lo que más miedo me da es que, muy probablemente, todo esto sea cierto!