sábado, 7 de julio de 2007

Fe de errores

Inglaterra es un lugar extraño. Por ejemplo, Wimbledon es el único lugar del mundo donde la gente exclama oooohhh, cuando la bola le da a la red en un partido de tenis. Ahora mismo, en el partido de Nadal contra Djokovic, cada vez que la pelota le da a la red, se oye ooooohhh. Pero que la bola le dé a la red no tiene nada de particular, ni de extraño. Dejémoslo en que los ingleses flipan por cualquier cosa. Evidentemente, también flipan con Nadal, que es como el Madrid. No sólo es madridista, sino que, además, siempre acaba ganando cuando parecía que iba a perder. Gana gracias a la derrota de los demás.

Bueno, yo estaba en Inglaterra, pero no en Wimbledon, que no sé ni dónde cae; desde luego no cae en la red, porque mi viaje era sin red, y porque si hubiera caído en la red todo el mundo hubiera exclamado oooh, y lo único que exclamaba la gente era Happy Jubileee. Estaba en algún lugar de Ascot, en un coche con dos niñas y una mujer con cara de caballo, de camino a la casa de mis sueños.

Sólo he soñado con dos casas en mi vida. Una estaba cerca de donde estaba mi colegio, allí en Palma. Era una casa en la que las persianas siempre estaban bajadas, y sólo se veía luz en las ventanas que daban al sótano, y por todo eso, que era tan raro, esa casa daba mucho miedo. Una noche soñé que la casa se incendiaba, y unos días más tarde explotó un coche bomba justo en frente.

De la otra casa con la que soñé no me acuerdo.

Lo que sí recuerdo es que, cuando vi la casa de mi tía lejana, casi me da un coma de la impresión; hice lo mismo que hacen los ingleses cuando ven cómo la pelota le da a la red, y pensé: coño, esta es la casa de mis sueños.

No la describiré porque las descripciones son un coñazo, pero era impresionante. Mi habitación, que ocupaba la planta más alta, tenía un montón de ventanas que daban al bosque, y en el cuarto de baño, individual e intransferible, los potingues de la eterna juventud se acumulaban en el grifo y el jacuzzi. De hecho, cuando bajé a cenar, mi tía se sorprendió mucho al preguntarle yo si sus hijas no ceneban con nosotras. "Mis hijas?", respondió escandalizada, "¡No son mis hijas! ¡Son mis hermanas!". Los potingues de la eterna juventud las había conservado con 10 y 7 años, respectivamente, cuando en realidad tenían 23 y 19.

En fin, luego descubrí que el marido de mi tía es el fedatario de la superempresa que lleva todo lo de Schweppes, las patatas Pringles, Nenuco, y no sé qué más porqueyolovalgos. O sea, es un tío que cobra por dar fe de todo lo que firma esa superempresa.

Dar fe puede parecer algo muy fácil, pero no lo es, porque para dar fe, antes tienes que tenerla. Pero tienes que tener mucha, mucha fe, porque si no tuvieras mucha fe, cada vez que dieras fe, perderías un poco, y te quedarías sin. Y si te quedas sin fe, pues ya no puedes ser fedatario y te echan de la superempresa.

Bueno, el marido de mi tía tenía tanta fe que hasta se compró una planta de curry y la puso en la cocina para poder preparar pollo al curry por la noche. Es ese tipo de persona.

A veces tendemos a pensar que el propietario de la casa de tu vida tiene que ser, necesariamente, el hombre de tu vida. Pero nos equivocamos, porque el Palacio de Marivent es la ostia y a mí el rey no me mola nada. Un momento, ahora que lo recuerdo, el Palacio de Marivent no pertenece a la monarquía, sino a todos los mallorquines, pero el rey ése nos lo robó.

En fin, da igual. No, no da igual, pero estaba hablando de otra cosa: el marido de mi tía no era el hombre de mi vida porque en aquel entonces yo estaba enamorada de otro hombre. Se sabe que estás enamorada por lo siguiente: a ti te parece que el tipo con el que sales está un poco gordo, pero sabes que con 10 kilos menos estaría superbueno y perfecto. Entonces esperas que adelgace, y esa espera es una prueba de amor.

Sucede lo mismo que con el marido de mi tía y su planta de curry para hacer pollo al curry: fe es amor. O eso dice dios, creo.

Al final, transcurrido tres años, el tipo del que te enamoraste no ha adelgazado 10 kilos, sino que ha engordado otros 10. Pero eso es porque el amor sólo dura tres años, según un francés que se llama Beigbeder.

Un buen día descubres que él también estuvo contigo durante tanto tiempo porque, secretamente, esperaba que te crecieran las tetas.

7 comentarios:

vaderetrocordero dijo...

Tipos delgados entre tetas gordas. Amarcord?

Luigi dijo...

Ciertamente que los ingleses son unos tipos muy raros. Entre otras cosas porque conducen al revés, beben la cerveza tibia y sólo saben hablar inglés, a diferencia de los franceses que sólo saben francés.

Galahan dijo...

Me pareces buenísima, de verdad.
Me encanta leerte.
Y esa casa también!

Esta noche mi ánimo no me permite decir mucho más, pero gracias por hacerla un rato más agradable ;)

Diamante dijo...

El amor no dura eso pero no te voy a decir cuanto dura pq es alto secreto reservado.

Fe, creer, eso es bueno, no hace falta describirlo y se tiene de forma inata.

La verdad que los tiempos que corren en los q la gente por la situación y la colectividad se ve obligada a sorprenderse por lo menos de algo peculiar... que bolas, que redes, que tonterías, por q claro está la presión de q si te sorprendes por algo de lo q no se sorprende todo el mundo quedas como ingénuo.

La fe, la fé, fracafilada.

Alberto Ramos dijo...

Eso de que el amor dura tres años, yo me lo creería, pero es que no tengo fe en Beigbeder.

Don Peperomio dijo...

La casa de mis sueños es una que hay en un pueblo casi inexistente de Normandía que se llama Camtours. Las esquinas de las habitaciones no almacenan pelusas, el suelo es de parqué y las camisas se planchan solas.
quién pudiera volver...

Mel Alcoholica dijo...

El cordero se pone felliniano
y Luigi va de italiano.
Galahan está desanimado
y Abraham algo tarado.
La fe de Al no anda,
y no sabía yo, Martin, que tu madre fuera normanda.