lunes, 14 de septiembre de 2009

La clase

Vengo de buscar a mi sobrina al colegio. Hoy era su primer día. En realidad no es mi sobrina de verdad, es la hija de una prima mía que no podía ir a buscarla porque tiene depresión, o agorafobia, o alguna enfermedad que no la deja salir de casa. Mi prima se divorció cuando aún estaba embarazada, y a veces me paso por su apartamento para llevarle la compra, bajar las basuras, regarle las plantas o llevar la niña al colegio.

Lo de las plantas no entiendo por qué tengo que hacerlo yo, mi prima no necesita salir a la calle para regar las plantas, pero prefiero no protestar. Lleno la regadera con agua del grifo y empapo la tierra de dos geranios, algo así como un cactus, y dos ficus. Uno de los ficus está un poco pocho, pero a mi prima no le importa y a mí tampoco, la verdad.

Mi sobrina que no lo es del todo lloraba. Me ha parecido normal. Era su primer día de colegio. Iba despeinada, con el babi mal abrochado y la maleta de Hello Kitty vacía; se había comido el bocadillo que le he preparado esta mañana para el recreo. Le he preguntado qué le pasaba, si sus compañeros de clase son unos hijosdelagranputa que merecen una tunda, una zurra, un parte o unos azotes.

Lo bueno de no ser madre es que no hace falta ser políticamente correcta. Si esos cabrones le hacen bulling a mi sobrina se van a enterar.

Mi sobrina que no lo es del todo ha dicho que no se trata de eso. "No, no es eso", hipaba mientras se limpiaba los mocos con la manga del babi. Y eso es lo malo de mi sobrina, que nunca cuenta nada. O sea, dice: te equivocas, no se trata de eso. Pero no te dice de qué se trata en realidad. Con lo cual, tienes que preguntar y preguntar un montón de cosas antes de sacarle cuál es el problema.

Le he preguntado si es que el bocadillo estaba malo, si es que todo el mundo comía tigretones y pan con nocilla y su bocadillo de queso le ha parecido soso. Bueno, ha dicho, la verdad es que podías habértelo currado más. Pero en fin, el bocadillo no es la fuente de sus desgracias.

¿Entonces? Le he preguntado si es que se ha caído de los columpios, si es que el chico más feo de la clase le ha pedido para salir, si la pija tonta se ha reído de sus Victoria. Y ella ha reconocido que ya podíamos comprarle unos zapatos buenos de marca, que esos de tela son una mierda, y encima hoy ha llovido y se le han mojado los pies. Le he contestado que no puede decir mierda.

Íbamos caminando por Gràcia, ella no quería darme la mano porque ya es mayor "y pareceríamos lesbianas". Hacía un buen rato que ya no lloraba, pero continuaba con la barbilla pegada al pecho, mirándose los zapatos empapados, y arrastrando su mochila de Hello Kitty, sin contarme qué le había pasado.

La profesora es una pedorra. No. Eres alérgica a la tiza. No. La decoración del aula te ha puesto enferma. No. Se ha muerto el hámster. Vuestro delegado de clase se llama Gripe A. Tampoco. Os han puesto un montón de deberes.

De repente, mi sobrina que no lo es del todo se ha vuelto hacia mí muy lentamente, como en una película de terror, y me ha mirado con los ojos entrecerrados, frunciendo el ceño. "Oye", me ha dicho, "¿sabes que eres un poco plasta?". Me ha dado un miedo que te cagas.

Hace poco fui a ver al cine la historia de una tía que adopta a una niña a la que sus padres han estado a punto de achicharrar en el horno, y bueno, la niña es un encanto y tal, pero resulta que todo el mundo muere a su alrededor, y claro, la protagonista se acojona, porque desde que adopta a la niña, se queda sin novio, se queda sin amigos, se queda sin casa. Un desastre. Resulta que la niña viene a ser como la del Exorcista pero sin glamour (no vomita de color verde ni nada, tampoco le da vueltas la cabeza, es un poco fraude). La cuestión, que cuando mi sobrina me ha contestado así, que soy un poco plasta y eso, he pensado que tal vez podría ser un diablo y por eso mi prima siempre está encerrada en casa, porque está poseída, o tiene miedo, o yo qué sé.

Me he metido en un bar y he comprado un helado. A mi sobrina se le han iluminado los ojos, porque creía que se lo iba a dar, pero no, lo que he hecho ha sido lamer el helado con toda la lengua. Ella se ha quedado un poco descolocada. Y cuando por fin se ha atrevido a pedirme que le comprara otro le he contestado que ni de coña, que está como una foca, y que si come guarradas va a acabar con el culo como un pandero. Insisto, lo que más mola de no ser madre es que puedes ser todo lo cabrona que merecen esos niñatos.

Entonces mi sobrina que no lo es del todo se ha puesto a llorar otra vez y ha dicho que hoy era el peor día de su vida, y que era una desgraciada, que nadie la quería, etcétera. Nos hemos sentado en un banco de la plaza Virreina y le he dado mi helado. Eso también mola de no ser madre: puedes ser todo lo contradictoria que quieras. Además, a mí el dulce no me gusta, he comprado ese helado para joder.

Y bueno, mi sobrina me ha contado que cuando ha llegado a clase, todos tenían un ordenador en el pupitre, un portátil. Y que se ha puesto muy contenta porque era bastante chanante. El problema es que, de repente, se ha encendido la luz verde de la webcam (cómo sabe una niña de seis años y medio lo que es la luz verde de una webcam es otra cuestión).

No se lo ha comentado a nadie porque creía que quien los estaría observando sería el director, para que no robaran los ordenadores. Pero luego ha empezado a rayarse. No podía apartar la vista de esa cámara que la enfocaba. Aprender a sumar y restar con ese ojo siempre clavado en la frente tiene que ser bastante jodido.

Al cabo de un rato, la secretaria del centro ha golpeado suavemente la puerta y le ha pedido a la maestra que saliera un momento. Los niños, claro, se han puesto a chillar y a lanzarse pelotas de papel y lápices y bolígrafos y alguno se ha enganchado a la Nintendo y otros daban patadas y otros pintaban en la pizarra, lo normal. Mi sobrina, mientras tanto, se fijaba en los otros ordenadores de la clase. Nadie, salvo ella, tenía la luz de la webcam encendida.

Cuando ha vuelto la maestra, han corrido todos a sus sitios. La maestra estaba algo alterada, tenía los ojos brillantes y las mejillas enrojecidas. Ha mirado a mi sobrina furiosa, con auténtica rabia, y luego ha seguido dando la clase aparentando indiferencia, pero mi sobrina notaba que aquella mujer la odiaba.

Normalmente no cambian de profesor, pero hoy daban una asignatura nueva, algo sobre la ciudadanía, y ha venido una chica muy joven y amable a explicarles cómo tienen que saludar a las personas en los ascensores, y a contarles que el diálogo siempre es mejor que dar una hostia. O sea, tan útil y tan obvio como enseñarles a combatir la gripe A.

Mi sobrina no lograba concentrarse porque la luz verde de su webcam continuaba encendida. No sabía a quién imaginar al otro lado, pero alguien estaba allí, y estaría viendo su pelo recogido con dos clips, su babi mal abrochado a rayas, estaría viendo sus ojos grises y su expresión inquieta, su angustia.

Al rato, han vuelto a golpear la puerta, pero esta vez secamente, tres golpes muy rápidos. Y antes de que la profesora de ciudadanía pudiera contestar un "¿sí?", un "adelante", un simple "pase", ahí estaba el director del centro, rojo como un pimiento. Ha corrido hasta el pupitre de mi prima, sacando humo por las orejas, y la ha arrancado literalmente de la silla. La ha apartado de su ordenador y se ha puesto a buscar un cable, un WiFi, algo que explicara que ese ordenador, y sólo ése, estuviera conectado a Internet. Algo que explicara cómo podía estar alguien observando a mi sobrina desde la distancia.

"¿Y qué ha pasado después?", le he preguntado a mi sobrina que no lo es del todo.
"Que me han sentado en una mesa sin ordenador".

Nos hemos quedado un rato en el banco sin decir nada, mi sobrina balanceaba los pies mientras se comía el cucurucho, y enseguida han llegado tres palomas asquerosas y tullidas a comerse las migas. Luego ha empezado a llover otra vez y nos hemos levantado para ir a casa.

"Era mamá", me ha dicho mi sobrina que no lo es del todo. "Se ha pasado el día mirando qué me enseñaban en clase, y cuando algo no le gustaba, llamaba al colegio y se quejaba".

Mi sobrina ha deslizado su mano pringosa de chocolate hasta la mía, la ha apretado con fuerza. Pero yo estaba mucho más asustada que ella.

7 comentarios:

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Estremecedor. Ahora veo un ojo dentro de mi webcam.

Agus dijo...

Cojonudo relato o vivencia. Me ha gustado. Mucho tiempo sin pasar por aquí. Veo que sigues en la buena línea.
Por cierto, el calzado infantil está muy barato, coméntaselo a su agorafóbica madre.
Saludos.
Emilio Botín.

vaderetrocordero dijo...

Mecagüenlahostiaputaquémiedo!!! El Gran Hermano son los padres!!!

Diamante dijo...

Una niña de 5 años te ha dado miedo por su respuesta XD


Pero aqui hay gato encerrado, ¿Como puede ser que la camara web del portatil de la prima estubiera conectad con la casa de la madre para que esta pudiera ver las clases que le tocaban a cada hora?

Alberto Ramos dijo...

¿Agorafobia no es el miedo a las pelis de Amenábar?

Consumir antes de usar dijo...

Me encanta que seas tú quien pregunta sin parar. No quiero imaginarte junto a una niña de esas -de esas normales, digo- que pregunta todo el tiempo, y por qué, y por qué del por qué y eso qué es y por qué eso es así y por qué allí no es allá o un poco más cerca. Esta será la niña del Exorcista pero, con una sobrina así, te imagino convirtiéndote en el de la sierra eléctrica de la Matanza de Texas.

Unknown dijo...

Buf!! Inquietante llegada a tu blog...