viernes, 18 de septiembre de 2009

Es Pelut

Le llamábamos "Es Pelut" porque llevaba el pelo largo y rizado, tenía una nariz poderosa. Pero antes incluso de que lo bautizáramos, lo veía pasar por delante de la casa de mis padres; caminaba pausadamente y como caminaría alguien sin preocupaciones, pantalones hippiosos de colores y aquella mochila de tela semivacía colgada a la espalda. Caminaba como a quien le importa un pito adónde va, cuándo llegará, si llegará, y qué más da.

Mi amiga la doctora se enamoró de él. Le gustaba su estilo. Le gustaba la aparente felicidad con la que se dirigía hasta la Riera, donde hay ratas y eucaliptos, y luego, no sé, podías verlo junto a los Institutos, una expresión neutra en la cara que tal vez fuera fruto de, pues eso, una alegría nihilista o quizá de un pasotismo hedonista. Mi amiga la doctora solía fijarse en tipos como él, tipos libres. Ahora mi amiga la doctora es lesbiana.

Quien le puso el nombre, sin embargo, fue otra amiga mía, la abogada. Mi amiga la abogada se lió con un amigo suyo que no tenía nada de libre, ni de hippy ni de tranquilo. Y un día, así sin más, aquel chico que veía pasar por delante de la casa de mis padres pasó a llamarse "Es Pelut". Él no lo sabía, no nos dirigíamos ni la palabra ni la mirada. Yo lo veía caminando hacia ninguna parte y pensaba: "Mira, Es Pelut". Luego le comentaba a mi amiga la doctora: "Avui he vist en Es Pelut".

Creo que nos conocimos en un callejón. Estaba sentada en el suelo frente a la puerta de un bar, en aquella época podías tomarte las pomadas en la calle sin que viniera la policía ni los camiones de la BCNeta que te sacan a manguerazos, entre otras razones porque en Mallorca no hay camiones de la BCNeta. La cuestión es que conocía al amigo des Pelut porque se había liado con mi amiga la abogada. Y bueno, el amigo des Pelut se sentó a mi lado, y Es Pelut se sentó con nosotros, y enseguida nos pusimos a hablar de no recuerdo qué.

Sí recuerdo que Es Pelut llevaba una petaca con coñac, o un licor de esos bastante abominables.
También recuerdo que nos llevamos bien.
Recuerdo que tanto él como su amigo elogiaron mi constitución ósea.

Pasamos la noche de fiesta juntos los tres. Fuimos a un bar de lesbianas y acabamos en un clandestino, borrachos como cubas, seguramente yo fumé algún porro pero no lo sé.

Y ahora iba a escribir que, sin apenas darme cuenta, me descubrí liándome con Es Pelut. Pero me ha venido a la cabeza un instante: estamos en el oscuro bar de las lesbianas, una luz azul eléctrica cae sobre la barra, el amigo des Pelut ha ido un momento al baño y no queremos que vuelva. Ignoro si nos habíamos cogido de la mano disimuladamente o ya nos estábamos besando.

¿Huimos? ¿Cómo saberlo? Nos recuerdo escondidos en los portales, entre los coches aparcados, también junto al muro de aquella residencia de ancianos. Él tenía una de esas novias de toda la vida. Según él, nunca antes le había sido infiel.

Y luego yo regresé a Barcelona, le envié un cuento, él me contestó con otro cuento, y así estuvimos una temporada contándonos historias de cafés aburridos, pelotas amarillo locura, manifestaciones universitarias contra Aznar, en realidad sin contarnos nada.

Mis letras, en aquellos folios reciclados, parecían arañas.

Una noche, en el bar de siempre, durante una visita sorpresa a Palma, noté que algo me golpeaba en la espalda. Una bola de papel. Al cabo de un rato, otra pelota cayó sobre la mesa en la que apoyaba la cerveza. En aquellas hojas estaba escrita la respuesta a un cuento que había enviado a Es Pelut. Era un cuento sobre conejos suicidas que manchan de sangre y sesos el piso de la vecina.

Me volví, y allí estaban Es Pelut y su amigo inseparable.

De nuevo salimos de juerga los tres.

El amigo des Pelut estaba celoso. Empezó a enviarme cuentos él también. Sus cuentos no eran tan buenos, eran cursis, grandilocuentes, y estaban escritos para seducirme.

Una tarde, llamaron a la puerta de casa, en Barcelona. Típico piso de estudiantes. Era el amigo des Pelut. Dijo que no tenía dónde pasar la noche. Mentía, pero dije pasa, porque en los pisos de estudiantes siempre sueles decir pasa. Quiso enrollarse conmigo, y aunque entonces yo casi nunca solía negarme porque daba más palo decir que no a decir "bueno, vale, pero luego lárgate", me negué.

Dio lo mismo, porque el muy cabrón volvió a Palma diciendo que nos habíamos acostado juntos. Y aunque mi amiga ya no estaba liada con él y me aseguró que le daba igual, sé que en el fondo le jodió un poco. Ese poco es mucho más de lo que jodí yo aquella noche.

Han pasado doce años desde entonces. Los cuentos desaparecieron del buzón. Acabé la carrera, trabajé todos los veranos, me fui a París, regresé, salí cuatro años con un cantante, la relación duró tanto porque era a distancia y distante; cambié de piso una, dos, tres, cuatro veces. Salí con un barman, un actor de culebrones, un escritor, dos o tres periodistas, un columnista, otro cantante, me lié con uno que iba de artista, otro que iba de profundo, un mago, un jefe, un fotógrafo, un crítico literario, otro escritor, un profesor de filosofía, un pianista, otro barman, un dependiente buenorro, un sociólogo que trabajaba en Correos, otro escritor y otro y otro, y otro periodista y otro, con un gay y su ex (en momentos diferentes), un actor de teatro, un estudiante de medicina, uno que no sé a qué se dedicaba, otro que no sabía a qué dedicarse, supongo que algún editor, un empleado de la cadena de montaje de Rubí y un capullo.

Me he encontrado al amigo des Pelut unas cuantas veces. La noche antes de que fuera padre, por ejemplo, y él llevaba un pedo de escándalo. Y luego, también, cuando se divorció. Y una tarde en la Fnac del Triangle. Y bueno, aquí y allá. La última vez, este mismo verano en Ses Voltes, en un concierto de Manel.

A Es Pelut, en cambio, no he vuelto a verle.

Sin haberle olvidado, no había vuelto a acordarme de él.

Anteayer tenía un mensaje suyo en la bandeja de entrada del Facebook. Decía que había leído mi libro, que las cartas, que el talento, que los veranos con las rodillas peladas y el pan con nocilla, el pino y la luz blanca. Luego añadía: "De repente he caído en la cuenta de que tal vez no tengas ni idea de quién soy".

Le contesté que sí, que la noche en el bar, las bolas de papel, el cuento de los conejos suicidas, y aquella tarde que fuimos paseando hasta una casa antigua que él dijo que había sido de su familia. Las raíces de los árboles levantaban las baldosas del patio, y en las grietas se acumulaba la pinaza. Alrededor crecía la ciudad como un cáncer implacable. Pero aquella casa continuaba allí, tras la gasolinera, testigo acojonado de un pasado que fue tranquilo como tranquilo era el paso des Pelut por delante de la puerta de mis padres.

Le contesté que también recordaba que me había contado algo de un primo esquizofrénico que no quiso medicarse y desapareció.

Le contesté que esperaba encontrármelo cualquier día frente a la casa de mis padres, como antes, de camino a la Riera; o en un bar de esos que ya no existen, en uno de los que no existían hace doce años. Le contesté que esperaba toparme con él en cualquier esquina, cualquier calle, o junto al mar en el Molinar, antes que reencontrarlo en Facebook. Le pregunté si aún lleva la petaca.

Respondió que no. Respondió que aún guarda mis cuentos y una foto carné en la que salgo rapada al cero.

Respondió que el azar nunca ha estado de nuestra parte. Y me contó que aquella segunda noche, los tres en el clandestino, él y su amigo dejaron que me fuera sola. Luego él se arrepintió y salió corriendo para ver si me encontraba.

Llegó a la casa de mis padres justo en el preciso momento en el que yo cerraba la puerta a mis espaldas.

4 comentarios:

javier dijo...

me encanta tu blog, no suelo ser muy regular a la hora de entrar a leerlo, pero cada vez que lo hago encuentro justo lo que necesito!!
un saludo

Anónimo dijo...

Vuelve a liarte con él!
(Lo necesitas.)

vaderetrocordero dijo...

Discrepo con eso. Es mejor así, en potencia, antes de que se convierta en otro de la lista. Seguro que te acuerdas más (o mejor) de él.

Bambu dijo...

Le ha quitado romanticismo al encuentro lo del facebook pero sigue siendo un reencuentro al fin y al cabo.