sábado, 18 de julio de 2009

El balcón


Mi tío abuelo era aviador. Le gustaba volar bajo, pasar entre los mástiles de las barcas atracadas en Porto Colom, acercarse al balcón de la casa que mi abuelo le había construido a mi abuela; "Maria", le había dicho, "te faré una casa que des de la cuina veuràs la mar". Cada tarde de verano, sobre las ocho o un poco antes, mi abuelo le decía a mi abuela: "anem". Y se sentaban en aquel balcón a ver la puesta de sol.

Mi abuelo se sentaba de cara al faro, allá a lo lejos; el sol se ocultaba tras las montañas a sus espaldas. Los llaüts se mecían a sus pies. Alguna vez cacé cangrejos al lado de aquellos llaüts; alguna vez también aplasté a un cangrejo sin querer, porque se me cayó el neumático que habíamos sacado del agua con mis primos y se oyó prtz, y al cangrejo le saltaron las tripas por la boca y daba mucho asco y lo tiramos al agua de una patada.

Nunca conocí a mi tío abuelo que volaba entre los mástiles de las barcas, a unos metros de aquel balcón. Saludaba a la familia con la mano y su mujer le reñía, por animal, pero a sus sobrinos les encantaba que hiciera eso y también le saludaban. Se pegó unas cuantas hostias, pero fue una en moto la que lo dejó baldado. Y se fue apagando hasta que se murió.

Mi padre es el mayor de seis hermanos y tenían una nevera de ésas en las que el agua que iba descongelándose se almacenaba en un cajón que debían vaciar no sé si a diario. Una vez, a él o a alguno de sus hermanos se le cayó el cajón, el comedor se llenó de agua, y se pusieron a patinar alrededor de la mesa como si hicieran patinaje sobre hielo. Luego mi abuela los persiguió blandiendo una zapatilla también alrededor de la mesa del comedor.

Otra vez entró un rayo por la ventana, una inmensa bola de fuego que desapareció por el hueco de la escalera, y mi padre y sus hermanos se escondieron bajo la cama y alguno debió mearse en los pantalones pero eso ya no lo sé.

Creo que la propietaria de Vins d'Or era mi tía abuela, pero la mujer del aviador no, sino otra, una que era muy rica y muy rata y que por mi bautizo me regaló unas bragas de papel. Hace años que está muerta. De pequeños, mi padre y una de sus hermanas bajaban a ver cómo se hacía el vino, cómo se preparaban los licores, y una vez algo salpicó a mi tía, le abrasó la cara y ahora tiene un cutis espectacular.

Alguien llevó higos a la casa, una cesta llena de higos. Y mi padre los vio, y tendría cinco o seis años, y sabía que no eran sólo para él, pero pensó "me comeré uno, uno y nada más". Y el higo estaba buenísimo. Y mi padre pensó: "Bueno, si me como otro, nadie se va a enterar". Y se lo llevó a la boca y también se comió un tercero y otro más. Vio la cesta medio vacía y se dijo: "Se nota mucho que alguien ha metido mano a los higos; mejor si me los como todos". Y se los zampó y no quedó un mísero higo para los demás.

Mi abuela suele contar estas historias mientras prepara el pa amb oli para la cena en aquel mismo balcón, ella de espaldas al faro, yo en la silla del abuelo, los llaüts a nuestros pies. Cuenta que en verano se aburría, porque su marido y sus hijos se iban de colonias, y por eso, porque se aburría, empezó a fumar. A lo lejos se oye la música apagada de algún hotel en la parte nueva del puerto. Las luces del otro lado se reflejan en el agua negra de esta noche. Huele a mar, a pino y a la tortilla que se le quema a un vecino. El faro parpadea. Comemos sobrasada. Bebemos cerveza.

El abuelo ya no está.

2 comentarios:

Alberto Ramos dijo...

Cuando estaba haciendo prácticas, me encargaron un anuncio para unas bragas de papel. Nunca olvidaré el momento en que me acerqué a un profesor, experto en lencería femenina, para preguntarle sobre el mercado de la ropa interior reciclable.

Profesor (sin inmutar): ¿Masculina o femenina?
Yo: Femenina.

P.D. Hermoso post. :-)

Diamante dijo...

Creo recordar que la única vez que fuimos a la charca de cangrejos tambien estaba con mis primos, lo divertido era que no podiamos cazarlos por que no teníamos ni cebo ni cordel. Recuerdo los cangrejos de esa charca como animales místitos, eran cangrejos de agua dulce. Pero si llegé a verlos fuera de sus escondrijos por que la demás gente, que sí venía preparada con cebo y sedal, sacaban sus presas y el momento en el que ves a ese ser anguloso, lleno de pinzas y puntas indefenso en las manos de un niño, se te quita todo el miedo.

Mi abuelo estubo en la guerra, la civil y luego la mundial, se supone que estubo enterrado en alguna trinchera por eso creo que sería del ejército de tierra. También decía que tenía restos de metralla en la cara, por eso llevaba la barba tan larga.

Creo que Corín Tellado también empezó a fumar por la misma razón. Por que se aburría, que en paz descanse.

Este fin de semana he jugado a un juego de beber que se llamaba "el abuelo"