sábado, 22 de septiembre de 2007

Lobotomía

La historia es la siguiente: estaba barriendo mi casa como cada sábado, cuando me encontré un billete de cinco euros. "Oh, qué afortunada soy", pensé. Y luego llegó la parte difícil, que consistía en decidir qué hacía con ellos. "A ver, a ver", decía una nubecilla encima de mi cabeza. No podía comprarme un lazo porque no soy tan presumida. No podía comprarme un billete porque no hubiera llegado muy lejos.

"Ya está!", dijo la nubecilla encima de mi cabeza. Y como según Al aquí todos soy telepáticos menos yo, ya sabéis lo que hice: bajé a la plaza que hay debajo de casa, entré en uno de sus tres bares, y me tomé una cerveza.

Cuando todavía iba por el primer sorbo, entró un gallito. "Cocoricó, qué hace un pollito como tú en un lugar como éste", dijo. "Pues ya lo ves, si es que esa cresta te lo permite", respondí. Y bueno, me propuso que pasáramos la noche juntos, pero como yo sabía que era un cantamañanas, le dije que era un gilipollas y que me dejara en paz.

Cambié de bar, pedí una segunda cerveza, y al rato entró un cerdo. "Hola, guarrilla", roncó, "¿qué haces esta noche? ¿Qué te parece si me lames la manteca?". Ya, lo siento, suena un poco fuerte, pero así fue y así se lo estamos contando. "Oye, puerco hijodelagransebosa, haz el favor de salir ahora mismo del bar porque apestas", respondí yo. No me obedeció, claro, pero me desahogué bastante.

Quien tuvo que cambiar de bar fui yo, y de los cinco euros que me había encontrado sólo me quedaba para una tercera cerveza.

Entré en el bar de los chinos, al que nunca va casi nadie porque tienes que pedir haciendo mímica y todos los clientes son muy malos actores, con lo cual la faena se alarga durante horas. En fin, me puse sobre la barra a cuatro patas, con la esperanza de que se acordaran de aquel anuncio de Carlsberg en el que una chica iba a cuatro patas por una barra y, bueno, se acordaron. Pero también recordaron que el anuncio era de una Carlsberg sin alcohol. Así que luego tuve que dedicar una media hora a explicarles que quería una cerveza normal, una de las que emborrachan un poco.

Fracasada porque no me entendían, ya estaba dando media vuelta para irme, cuando entró el lobo. "Adónde vas, nena?", preguntó. Y acto seguido: "Pedazo de ojos que tienes".

"Sí, bueno, es por culpa del estrabismo", contesté.

"Y menudas manos", prosiguió.

"Sí, es que toco el piano muy bien".

Y él: "Oye, qué orejas tan pequeñas".
Yo: "¿Cómo?".
Él: "Y vaya dientes".
Yo: "Son para morderte mejor".
Él: "Tus labios están para comérselos".
Y se los comió.

Nunca me bebí aquella tercera cerveza, y a cambio metí un lobo en mi casa. Un lobo que le cantaba a la luna, que aúllaba y me daba dolor de cabeza, un lobo que comía demasiado turrón. En mi casa montó su guarida, y dormía, y dormía y dormía. De vez en cuando me enseñaba los dientes, de vez en cuando se los clavaba yo a él.

Un lobo que dejaba pelos. Un lobo estepario, la solitaria soy yo.

He empezado diciendo que ésta es la historia. Una historia no es un cuento, un cuento se escribe siempre partiendo del final. Lo importante del cuento es cómo acaba. La historia puede no acabar nunca. En cualquier caso, todo apunta a que muy pronto alguien dirá: "Menos lobos, Caperucita"

4 comentarios:

Diamante dijo...

aja, aja, jajaja, bien caperucita, emborracharse es bueno, el caso es, felicidad momentanea o felicidad permanente?
....
A altas horas de la madrugada se piensa diferente, hay que esperar a que llegue tu momento...
....
Los chinos son los mejores, una vez entré a uno de Vietnamitas, nos dieron cerbeza, bellos recuerdos.
....
Mis animales místicos son otros, no se nada de losbos.

Luigi dijo...

Lástima que no hubiera encontrado un billete de 10€. Le hubiera dado para más bares, y con un poco de suerte, hubiera aparecido el parajito Uyuyuy para llevárselo a casa.

Alberto Ramos dijo...

Bueno, aunque pueda leerte el pensamiento, te seguiré leyendo los posts. Éstos al menos tienen un final. ;-)

Anónimo dijo...

Es una historia muy triste. Tener que conformarse con el lobo siguiendo el patrón estereotipado de los cuentos de hadas.
Espero que haya un buen cazador por el lugar que te saque del vientre del lobo y lo rellene con piedras.