viernes, 16 de julio de 2010

La caja fuerte

Junto a la puerta del balcón, el primer día que pasé en este piso, descubrí una placa en la pared. Pintada del mismo color que el resto de la sala, casi pasaba inadvertida. La desprendí fácilmente con las manos, se aferraba al muro con imanes. Detrás había una caja fuerte.

La caja se abre con una llave que no tengo y una combinación que desconozco. Hice algunas pruebas. Giré la rueda primero hacia un lado, luego hacia el otro. En algunos números, el chasquido era más fuerte, como en las películas. Jugué un rato hasta que me cansé.

Antes, aquí, vivían dos ancianos. Lo deduje por las barras que hay junto al WC y en la ducha, son de esas gruesas barras metálicas a las que se agarran las personas mayores para no caerse. Las facturas llegan a nombre de ella, lo cual me hace pensar que él murió.

Se me hace raro vivir en un piso de dos ancianos. Me pregunto cómo fueron sus vidas, seguro que tenían uno de esos muebles inmensos y oscuros donde poner el televisor. Oirían a ese pobre hombre que grita siempre. Ese pobre hombre es un discapacitado psíquico que, en otra época, hubiera recibido el eufemismo de "especial". Un "hombre especial", los llamaban. Vive en uno de los bloques de delante, no sé cuál. Y ahora, con las ventanas abiertas, se le oye ulular a cada rato. Sus bramidos son breves y secos, algo así como Uh! o Mh! o incluso Oh!

En el edificio de delante, ya lo apunté, también vive un hombre en gayumbos. Es un gordo que se pasa el día en calzoncillos frente al ordenador. Imagino que será un pederasta o, peor, que estará leyendo esto ahora mismo. Tiene la cama junto a la ventana y por las noches se quita la ropa interior, lo veo desnudo sobre las sábanas. Creo que debe de pasar mucho calor. O eso, o es que es un exhibicionista porque, siempre que intento fotografiarle, tengo la impresión de que me ve.

No sé si la anciana señora Nuria que vivía antes aquí se fijó alguna vez en ese gordo. Tampoco sé si podía oír los gritos del hombre especial. Conocería a la abuela de un director de cine que -casualidades de la vida y coincidencias de las conversaciones- también vivió aquí. Conocería a la mujer de cientoypico años del entresuelo.

La señora Nuria tenía una cocina más bien pequeña y un calentador nuevo que impedía que abriera uno de sus armarios y que yo he heredado. El cuartucho del WC está separado del de la ducha y el lavabo. Los suelos son de mosaico y, cuanto más se aproximan a la fachada, más irregulares se vuelven: se tuercen hacia abajo y las estanterías Billy de Ikea se tambalean.

Desde que la señora Nuria se fue, en esta casa no hay espejos.

Me miro en el reflejo de un CD mal colgado de una baldosa. Salgo a la calle con cierto miedo, tal vez voy mal peinada o me he pintado mal la raya de los ojos. Bueno, la verdad es que no me pinto. No sé cómo me queda la ropa. Hoy me he depilado las axilas frente a ese CD y la experiencia ha sido emocionante.

Tengo la intención de comprar un espejo, claro, llevo dos meses y medio viviendo aquí. Pero he visto muchas películas de miedo y, últimamente, siempre que veo una película de miedo, resulta que los espíritus se ocultan al otro lado del espejo. Las protagonistas (siempre son mujeres) llegan a un nuevo hogar (siempre estrenan casa) en el que no hay espejos. Suelen encontrarlos en el desván (aquí no hay desván), los cuelgan y empiezan los problemas.

No me gustaría comprar un espejo y toparme con el marido de la señora Nuria en el pasillo, no sabría qué decirle. "Buenas noches, señor de la señora Nuria, se vive muy bien aquí". Y él me contestaría: "Y se muere, y se muere".

A lo mejor, si me compro un espejo, en lugar de mi reflejo aparece el reflejo de la señora Nuria. Me veo sola y mayor, viuda de un hombre al que tal vez ni siquiera recuerdo, necesitada de una barra metálica junto al water para mear.

O también puede ser que, si pongo un espejo en el baño, al ducharme con agua caliente aparezca algo escrito en el vaho, rollo Sé lo que hicisteis el último verano. Serían las cifras de la combinación de la caja fuerte.

Me pregunto qué podrían guardar la señora Nuria y su marido en esa caja. Los imagino sentados en la butaca frente al mueble abominable en el que estaría el televisor, conscientes de que, tras ese cuadro, oculto bajo una placa pintada del color de la pared, acaudalado, permanecería mudo lo que fuera que guardasen. ¿Tal vez un espejo? Allí permanecerá todavía, sea lo que sea.

Ignoro si llegaré a averiguarlo. Puede que ellos lo olvidaran, enfermos de esa muerte a mordiscos que es el Alzheimer. Quizás este piso siempre tendrá secretos para mí.

O quién sabe si guarda algo tan valioso, tan único y extraordinario que, cuando lo descubra, me esclavizará en este piso para siempre.

5 comentarios:

Alberto Ramos dijo...

Si tienes webcam no necesitas ningún espejo.

Pascu dijo...

El contenido de la caja (aunque sólo sea aire viejo) es mucho más valioso por inaccesible y desconocido, como prueba esta tu última entrada.

En cuanto al vouyerismo, a mí me gusta saber que las señoras al otro lado del telescopio sospechan que las miro. No hay mejor complemento al vouyer que el exhibicionista, jeje.

Ya es hora de una latita fresca de la nevera. ¡A tu salud!

vaderetrocordero dijo...

15. 4. 26.

Pi dijo...

Hum... esa caja fuerte sin combinación en la sala de tu nueva casa... aquella trampilla en el baño de la antigua...

Me encanta cómo se te va la o últimamente, y ese suelo de mosaico que desestabiliza tus billy.

Walcott dijo...

Hola, andaba chuceando por ahí y me ha gustado tu blog. I'd rather dance with you than talk with yooooouuuu... Un temazo, sí señor.