viernes, 28 de noviembre de 2008

Crisis

Me descubro al cabo de una hora delante de la misma puta página, incapaz de entender nada, ni dentro ni fuera del libro. Y me pregunto qué ha ocurrido mientras tanto. Qué ha pasado, junto al tiempo, durante la hora que ya no recuerdo.

13 comentarios:

Diamante dijo...

Sería una hora muerta con muy mala cara que no la viste venir

6 dijo...

Las lagunas del día después.

Jorge Barreiro dijo...

paso lo que pasa, que el olvidar se olvida a si mismo.
Me refugio en la lectura como olvido y es tan fuerte lo que quiero olvidar que olvido lo que he leído. Pero con la lectura puedo empezar de nuevo en ese parrafo que si me suena pero ..... que me suena a nuevo ....como la vida.

spark dijo...

Pasó... un poco de vida...

Besos y burbujas. Ooº

vaderetrocordero dijo...

¿A la búsqueda del tiempo perdido, Mel? Me vas a permitir que hoy el proustiano sea yo, por una vez...

Anónimo dijo...

Pues te dormiste con los ojos abiertos...y no ha pasado nada.

SALUDOS

errante dijo...

¿qué ha pasado?
¿sólo te lo preguntas por "esa" hora?
¿qué pasa si te lo preguntas casi por una/toda tu vida?

Anónimo dijo...

Vamos campeona!!
que tu puedes más que la puta página!!

por cierto, me harías un pequeño e hipotético favor literario?


martin

Anónimo dijo...

Hips!

Oso Naranja dijo...

Intento escribir algo. No puedo. Ya es una semana de sentarme frente a la máquina, escribir unas letras, repetirlas, verlas en la imagen del recuerdo y luego perder las horas como se pierde un lapicero azul o un cuadernillo de viejas direcciones. ¿Por qué esta terquedad de sentarme a escribir si sé que no podré articular una docena de palabras sin que el bichito sin nombre me ponga otra vez a soñar, abstraído del mundo por completo? Ahora pensaba en una película de Salgot, Mater amatisima, el drama de una madre que por tratar de conectar con la realidad a su pequeño hijo autista termina identificándose tanto con él que queda atrapada en un mundo similar al suyo. Ahora pensaba en la imagen del pequeño autista de los ojos idos, imaginaba verme en su reflejo, imaginaba que en sus pupilas tal vez yo lograra ver una luz del otro lado, una rendija entreabierta que me diera la noción de otro espacio y tiempo, un lugar donde a veces caigo y no sé recordar ni reconocer nada, no sé... Estoy confundido, y no es para menos, no todos los días se sorprende uno abstraído y estático frente a su máquina, con el anular izquierdo en la E y el índice derecho en la K, en la misma disposición de sus dedos de cuando intentó escribir las primeras letras de algo, cinco horas antes. Es ridículo, pero cierto. Me senté frente a la computadora a las 3 y 15 (lo recuerdo claramente porque en ese momento oí a la hija adolescente de mi vecina anunciando a gritos la hora en que salía, quedando en regresar cuatro horas más tarde). Supongo –no podría asegurarlo- que cerré las ventanas para conjurar la bulla, puse algo de música en el ambiente, me acomodé en mi silla y me dispuse a escribir, cuando me picó otra vez el bichito sin nombre del soñar despierto. Lo cierto es que la hija de mi vecina ya debió regresar hace rato, y yo vuelvo los ojos al reloj de la pantalla y compruebo con estupor que son las 8 y 25. ¿Qué hice cinco horas sentado en este sillón y con mis dedos en los cuadrángulos E y K del teclado? No lo sé. Quizá estuve quieto, inmóvil, como petrificado, viviendo en otro lado ese sueño que tantas veces intento recordar y nunca puedo lograrlo. Quizá abandoné mi cuerpo, o quizá me subsumí tanto en él que conseguí olvidarlo. No lo sé. Últimamente me sucede siempre lo mismo cada vez que intento escribir algo. ¿Le echarè la culpa al bichito sin nombre como otras veces?. Primero eran tiempos breves, espaciados, y ahora son largos trechos de vacío, lagunas ajenas a la realidad donde queda mi cuerpo, cansado, maltrecho, y mi real yo se pierde en algún sitio que desconozco, que ignoro, pero que me persigue como el mal recuerdo de un sueño, un sueño que me amodorra y envuelve y abraza cada vez que me siento frente a mi máquina para intentar escribir algo. ¿Pensaré que el bichito sin nombre pueda ser la llave que abra la puerta que nos oculta el otro lado?
Bueno, al menos ahora logré articular más de una docena de palabras antes de que el bichito sin nombre me ponga otra vez a soñar, abstraído del mundo por completo.

Agus dijo...

...Toc, toc, lo siento, fui a por tabaco. Esas rumanas me los quitan de treinta en treinta.
Grandes entradas ( las tuyas, claro)
Saludos de nuevo
El agus

confin dijo...

El deslugar me parece cojonudo. Ni dentro ni fuera del libro.

un saludo, prima.

Miguel Rodríguez dijo...

Sobre todo ahora que el mundo gira más rapido:




Demasiadas cosas.