miércoles, 7 de enero de 2009

Nunca Jamás

(c) Al



Tal vez un gelocatil me salvaría. Soy alérgica a la aspirina. No tengo paracetamol en casa, y esta puta resaca. No tengo edad, ni ganas, y me abro una cerveza, puto premio Nadal. Maruja me agarró de la mano y empezó a cantar: "Si acaso quieres volar, piensa en algo encantador, como aquella Navidad en que viste al despertar juguetes de cristal". Y yo canté con ella, desafinábamos: volarás, volarás, volarás.

Pero hoy me arrastro. De sueños infantiles a un insomnio adulto. Joder, cuántas veces me enamoré de Peter Pan y qué harta estoy de él. Recuerdo la cinta de casete, era blanca, al final blanco sucio, de tanto escucharla. El narrador hablaba en colombiano, o algo parecido. Y también Wendy, y Peter, y los niños perdidos. Tantas veces escuché aquel cuento, en la moqueta de nuestro cuarto, que luego, cuando jugábamos, les hablaba a mis amigos con la ese. Rollo: "sierra los ojos y mésete despasio".

Scooby Doo también hablaba así. Y Penélope Glamour, de los autos locos. Y en realidad, casi todos los dibujos que veíamos de pequeños hablaban con ese asento raro que no sé muy bien de dónde sale. No lo he oído en ningún otro lugar que no fuera la tele o aquella cinta de casete.

Sé que ya lo he contado: ponía aquella cinta casi cada tarde, la luz entraba por los agujeritos de las persianas y brillaba en las motas de polvo encima de la moqueta marrón. Recuerdo frases enteras, "la segunda estrella a la derecha, volaremos hasta que amanesca". "¿Qué dises, Campanilla? ¿Que Peter Pan nos salvará? ¡Peter será despedasado por la bomba!".

Aprendí palabras como "gañote", "pescuezo", "lirín lirán lirón los niños del batallón". Descubrí qué era un ahorcado y por qué los indios dicen jau. Por las noches, cuando me iba a la cama, dejaba la ventana entreabierta, aunque estuviéramos en invierno. Nunca tuve miedo a que entraran cacos, cocos, o malos espíritus. Si oía algún ruido fuera, sabía que era él, que había venido a buscarme.

O simplemente a espiarme.

En el colegio jugábamos a héroes. Nos abrochábamos los baberos a modo de capa, con los brazos fuera de las mangas, y fingíamos tener 17 años. Con 17 ya podríamos tener novio. Marta era la novia de Superman, la otra Marta, de Spiderman. Ana era la novia de Batman.

A mí no me dejaban ser la novia de Peter Pan. "No puedes", me decían en el patio, "Peter Pan es un dibujo animado".

Fly, Baby, Fly.

Este dolor de cabeza. Por primera vez en muchos años, la cena se podía comer. Alguien dijo que el pastel era un homenaje a Carmen Laforet porque no sabía a Nada. Y luego otro alguien me dio tickets para copas.

Un comedor desangelado con demasiada luz, nigún sitio para sentarse. Un finalista que intentó compararse con Kafka, Calvino y Lobo Antunes y que en realidad se parecía a Jack Sparrow. Un puñado de redactores cínicos y despiadados que nos reímos de él. Un gintónic después de otro porque ese whisky era puro veneno.

Recuerdo que le dije, pobre tío: "Sí que te envían mensajes!", porque no dejó de consultar el teléfono móvil en toda la noche. Y él: "Sí, la verdad es que con esto de ser finalista me están saliendo amigos por todas partes". Y yo: "Hombre, ya los tendrías de antes, si no, de dónde han sacado tu número". Se fue.

Creo que no leeré ninguno de los tres libros premiados.

Bebo despacio, pero la cerveza no hace efecto. Ni se me pasa el dolor de cabeza ni me emborracho.

Recuerdo que mi primer novio, el catequista, me reprochaba que tuviera el síndrome de Peter Pan ya desde niña. Bueno, él creía en Dios.

Nos encontramos ya de adultos en la plaza del Sol. Yo había estado liada un par de meses con un barman de aquella plaza porque tenía tatuada la sombra de Peter en el antebrazo. Así no se le escaparía, me dijo. Le pregunté si se la había cosido Wendy, respondió que no.

Había estado liada con ese barman, como digo, pero ya no estábamos juntos. Me encontré con ese excatequista y me alegré de que estuviera más gordo y más calvo, y él (creo) se alegró de que yo estuviera igual. No fue propiamente un encuentro, ahora que lo pienso, porque fuimos incapaces de encontrarnos... hasta el final.

Nos disponíamos a pagar nuestras consumiciones en la barra, y él miró hacia el reloj de pared. Se había detenido a las once y seis. El barman con la sombra tatuada en el antebrazo dijo: "No funciona, es el reloj de Peter Pan".

Entonces el excatequista se volvió hacia mí, sonrió y dijo: "Com ho fas?". No hemos vuelto a vernos desde entonces. Habrán pasado unos diez años.

Cómo lo haces.

No soy yo, siempre ha sido él. Desde mi ventana, los síndromes precoces, o las películas de Walt Disney. Desde los Jardines de Kensington, las revisiones del Capitán Garfio y desde aquella cinta que, por fin, vi y no sólo oí, hará un par de años. Desde tu regalo, desde mi memoria. Y ahora, desde Terenci a través de Maruja.

Volarás, volarás, volarás, desafinábamos de la mano. Y sé que ya no volverá a ser lo mismo. Ni volverá.

Nunca jamás.

10 comentarios:

vaderetrocordero dijo...

Por aquel entonces yo me cagaba de miedo con el monolito de 2010 Odisea 2 en el cine con mi padre.

Qué gigante. Joder, si tengo críos me les llevaré a ver Hedwig and the Angry Inch

Mangamoncio dijo...

Yo a veces tampoco quiero crecer... Pero Nunca Jamás no aparece en la Guía Michelín...

tequila dijo...

Buenas:

Nunca me gustó Peter Pan, pero parece que me persigue... ´
Lo de los asentos que comentas es verdad, estas navidades lo comentaba con mis hermanos... tiempos aquellos
De los premios no comento, será mejor

Un gustazo leerte Mel, como siempre

besos

Alberto Ramos dijo...

Tú no puedes crecer, Mel. Eres grande.

Alberto Ramos dijo...

Un cita (cazada al vuelo):

"Yo he tenido mucha suerte porque mi madre siempre me ha puesto los pies en el suelo. Y ahora no me los va a levantar ni Peterman."

(Concursante de 'Fama')

confin dijo...

Peter Pan tiene culito de negra.

Pi dijo...

Yo hablo un poco así, y dile a tu amiga Ana que cuidadito, que Batman es MIO. Qué pedaso de hooombre.

Chexpirit dijo...

A veces te vas a Nunca Jamás y nos dejas aquí esperando tus posts, leyendo blogs metadona que ni nos interesan. Luego vuelves volando, entras por la ventana sin avisar y nos preparas estas rayas de polvo de hada en bandeja de plata.
¡Gracias!

beizabel dijo...

Ese finalista, tan gris. Días antes compraba libros de Jerónimo Stilton para todos sus sobrinos, seguro que se los lee en voz alta con bien de esssssesss.
Las alérgicas debemos pasar las resacas a pelo, así es, solo las drogas legales nos sientan mal.

AT dijo...

Es lo que tienen las ventanas. Las abres, las dejas entreabiertas y luego ya es difícil cerrarlas. Y para colmo, ya no hay carpinteros ni cerrajeros. ¿Pero hubo alguna vez ventaneros o ventanistas o venta...?
Os pongo un enlace mágico en nuestro Blog de voluntad colectiva,
"Pensión Ulises".