viernes, 18 de abril de 2008

Y ya

Al ©

Era un juego. De Tente y de mente. O: demente, detente.

Un juego de construcciones, en fin, y también: sobre la deconstrucción de la memoria como un plato de Ferran Adrià. Essence de pomme de terre.

Me explico: desde el post "Mario y Julio" he intentado reconstruir toda una historia a partir de elementos que sirvieran de hilo conductor; algo así como una madalena de Proust aleatoria. De los peces que veíamos por la tele, a los peces que se comieron un macarrón en el piso que compartí con Yoyó, amiga con quien el otro día intenté olvidar una proyección de videoarte tomándome unas cervezas y recordando, sin acordarme, de la noche que estuvimos en un andamio leyendo a Calvin y Hobbes y por el que, en efecto, acabó trepando otro Calvin, aunque fuera otro andamio y fuera sin Hobbes.

Lo bueno de la memoria es que puedes empezar por donde quieras, porque te va llevando de un sitio a otro. Y la mía era reduccionista, Comotú y Comoyó, Tutú y Yoyó, Tú y Yo. Y ya. Es el andamio al descubierto con el que se estructura la propia vida, o una parte de ella. El resultado es infinito.

Como esta explicación es un coñazo, paso a relatar lo que verdaderamente importa, y le dedico el resultado (salga como salga) a Martin. Él también ha visto como un completo desconocido ha tomado el dominio de su existencia, y se ha quedado más a cuadros que nunca.

La cuestión es que, la noche antes de irme a vivir a París, celebré una fiesta de despedida en casa. No me di cuenta hasta que llegó el tercero de ellos, pero de repente fui consciente de que, entre los invitados, había varios de mis examantes y se iban acumulando.

Estaba un jefe sin moral que había tenido y también un subordinado suyo con quien me acostaba a sus espaldas; estaba el hippy amigo de una amiga y también un barman. Hacía un montón de tiempo que no los veía, y por eso no había ninguna tensión. Pero supe desde el principio que harían puntos para quedarse hasta ser los últimos y poder pasar conmigo la última madrugada

De repente llegó Mario. Habían pasado quizá tres, tal vez cuatro años. Nos abrazamos muy fuerte; estaba más ancho, incluso diría que un poco calvo. Calvin, incluso. Eh, cómo estás, qué es de tu vida, qué fuerte. Y esa sonrisa, joder, que es imposible arrancarse de la cara.

Entonces me dijo: mira. Y se levantó la camiseta.

Tenía mi sol tatuado alrededor del ombligo.

El sol que pinté en la pared de su cuarto una mañana. Un sol en espiral. El único cura de mi instituto siempre decía que la espiral es el desarrollo, es el infinito.

Yo no dibujaba soles en espiral por eso. Pero ahí estaba Mario, con el sol tatuado en la barriga que había puesto. Y el centro de mi sol era su ombligo.

Él no fue quien se quedó a pasar conmigo la madrugada aquella noche. De hecho, nunca más hemos vuelto a vernos. Una vez me llamó para que escuchara una canción que había compuesto al piano por teléfono. Y lo estuve escuchando sin llorar. Y cuando dejó de tocar, colgamos.

El otro día me envió una foto de su hijo de cuatro años por e-mail. ¿Tanto tiempo ha pasado?

Es muy bonito saber que sigues en la memoria de alguien. Y que esa memoria se encuentra en la piel justo donde está su ombligo.

8 comentarios:

Zittric dijo...

En realidad es genial saber que estás en la memoria empolvada de alguien...aunque no te haga llorar ni sonreir...pero que igual te apreta la guata al oir o leer "cómo estás?, tanto tiempo?".

Y mejor si estás en el ombligo de aquel...jajaja...genial.

Yo por mi parte, creo que no estoy ni en la memoria perdida...ni en la papelera de reciclaje.

SALUDOS

Diamante dijo...

Es un lego de tente (mucho mas tecnológico y dificil de armar).

Agua de mar.

Lo que sí diré, será que: a veces hay tanta belleza que creo que no lo puedo soportar.



Por la calle de parís de Mikel Erentxum que es el mejor compositor español hasta la fecha, siempre batallando con Nacho Cano y algún que otro nacho, y el cuarto de la chacha en el que ... no se seguir la frase.

Que rica estás tu mel, representas un papel.

Benjuí dijo...

Seguro que estás en la memoria de mucha más gente, que no ha tenido sin embargo el valor de tatuarse (¿contigo? ¿de ti? ¿para ti?).

Don Peperomio dijo...

Muchas gracias por la dedicatoria.
Cuando perdí el dominio de la situación, lo primero que pensé es que era algo que le podría haber pasado a Mel perfectamente.
Y con respecto a la espiral y el ombligo, he estado releyendo los tutús y yoyós y, al igual que el tatuaje, los puedes colocar en el orden que quieras. Queda siempre bien."Pelusa" tal vez sería el primero. No sé.

Por cierto, mi tatu no era un gusiluz. Era un Pequeño Pony rosa y gordo. Pero me dijeron que no podía contarlo. ;)

Nos leemos

Alberto Ramos dijo...

Me tienes colgado, aunque no sé si estoy preparado para el enlace.

Anónimo dijo...

la memoria es una cabrona selectiva, pero porque es cruel me gusta

Agus dijo...

Ahora enlazo todo... tú eres la de las gafas negras que se sienta a mi lado en terapia de grupo?...Nos medican demasiado, preferiría manejar una grua y ser LIBRE al fin...
Me ha gustado el nexo que has hecho con tus post anteriores, habrá que releer, porque sino ERES LA DE LAS GAFAS NEGRAS!!!
Un abrazol
El Agus

Anónimo dijo...

melalcoholik, qué bonito escribes. Qué bonitos tus relatos, tus historias, tu imaginación y lo que no lo es.
un beso.