miércoles, 2 de abril de 2008

Mario y Julio

Julio recuerda el modo en que me quité el jersey, la primera vez que nos vimos, y yo recuerdo que a su lado estaba Mario, que tocaba la guitarra, y que los hombres con perilla no me gustaban, y que Mario, aun con perilla, me gustaba bastante.

Vivían a un par de calles de donde vivía yo, en el barrio de Gràcia. Su piso estaba enfrente de un meublé, y un baño comunicaba sus habitaciones; las de ellos, no las del meublé.

Por las noches, nos pasábamos las horas mirando una hoguera que salía por televisión. A veces me quedaba con ellos hasta muy tarde, mientras fumábamos porros, esperando descubrir qué ocurría cuando el fuego de la pantalla se apagaba. Una hora y otra más. Y al final, cuando parecía que sólo iban a quedar las brasas, la película de la hoguera empezaba de nuevo. Corte y reinicio; decepción.

Luego cambiaron el programa y, en lugar del fuego, en la tele aparecían unos peces. El ciclo era más corto que el de la hoguera, y nos aprendimos las trayectorias de los peces de memoria: les pusimos nombres y profesiones. Los peces amarillos eran taxis; los azules, municipales. De vez en cuando teníamos la impresión de que una sombra aparecía y desaparecía sobre la imagen. Intuimos que era el reflejo del cámara en el cristal del acuario.

A veces Julio cogía la grabadora y me entrevistaba. Hacía preguntas como: "Defíneme el amor". Y yo respondía: "Es como una bolsa de plástico transparente llena de agua". Su mes preferido era febrero. El mío era noviembre, porque nunca pasa nada.

Julio contaba anécdotas como si fueran cuentos, con una mano alzada y los ojos puestos en las páginas de un libro, o en nuestros ojos. Mario y yo escuchábamos, y a veces él tocaba la guitarra, y yo, mientras tanto, dibujaba soles en espiral.

La espiral es el desarrollo, es el infinito, es la evolución, decía el único cura de mi instituto. Pero no dibujaba soles con espirales por eso.

Una noche, volvía de una cita que había sido un desastre, cuando un viejo me abordó por la calle. Serían las tres de la madrugada. El viejo interpretó que yo estaba triste, y decidió acompañarme a casa pese a que le exigí que me dejara en paz. La calle estaba vacía, y pasamos por delante del piso de Julio y de Mario.

Le dije al viejo: "Yo vivo aquí con mi marido". Respondió el viejo: "No me lo creo". Llamé al portero automático, y contestó Mario. Le dije a Mario: "Hola, cariño". Estuvo rápido: "Mi amor, ya era hora". Y abrió.

No fue la primera vez que dormíamos juntos, pero esa noche nuestras caras estuvieron muy cerca, también nuestros cuerpos; tanto como pudieron. Luego fui al cuarto de baño, y me encontré a Julio, que había entrado por la puerta de su habitación y estaba meando. Nos reímos.

A la mañana siguiente, mientras Mario dormía, dibujé un enorme sol en espiral con una tiza amarilla en la pared de su cuarto; los rayos del sol eran naranjas. Entonces me di cuenta de que Mario y Julio tienen nombres estivales.

Espirales también.

Cogí mis cosas y me fui.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No me equivocaba: es muy buen material.
¿Hay segunda parte?

Juan

Benjuí dijo...

Tus historias siempre me provocan nostalgia, como cuando vivía en Vallvidriera y bajaba cada tarde al cenador para ver encenderse las luces de Barcelona, y sabía que iba a regresar algún día a Madrid y echaría aquello de menos, pero que de todas formas me iría.

Yo qué sé, hija mía, yo qué sé.

Alberto Ramos dijo...

¿En qué se diferencian la televisión y el viejo?

En que la televisión prefiere cortar antes que seguir dándote la brasa.

errante dijo...

segundas, terceras... puede que el blog sólo sea un divertimiento pero que no pare, por favor

Agus dijo...

Creo que el viejo era TU FUTURO, si no es así me he rallado un poco.
No obstante, post COJONUDO como siempre.
Besos.
El Agus

k dijo...

Solo que no es verdad que en noviembre no pase nada: en noviembre es cuando se mueren los viejos.

Anónimo dijo...

Hola Mel,
Has conseguido engancharme a tu blog. Estoy visitando tus post más antiguos y me encantan. Yo quiero escribir como tu...
Prometo seguir visitándote.
Salu2.

Pi dijo...

Es verdad, alborotas las nostalgias...
(¡pero yo no soy tan bándala para ir por ahí rayando paredes, ehhhhhh!!! jejeje)

Christina Cassanova dijo...

3 es el numero perfecto si sabes como tratarlo. Con sus curvas y sus ganas de soñar.
Sino es un desastre que lo desdibujará y lo convertirá en un aburrido 1 que se pasará la vida opositando.

vaderetrocordero dijo...

Puedo comentar aquí sobre la entrada anterior? Graciassss...

Creo que he perdido mi ocasión de convertirme en opinador profesional en un medio local de Valladolid. Me llamaron ayer de la tele para que representara a los músicos autóctonos (ya me ha tocado hacerlo alguna otra vez) en un debate con conexión en directo a la grabación de la gala de los Premios de la Música. Que me pasara por allí a las diez. "Si claro, no te jodes, a esa hora estoy currando, cabrones!" fue mi respuesta.

FIN