domingo, 12 de agosto de 2007

La vaca que ríe





Hace dos semanas, perdí al señor Fregono de vista. Al principio pensé que me había quedado ciega, que es lo que piensas cuando pierdes la vista sobre cualquier cosa o persona. Pero luego pensé que no era necesario quedarse ciego para perder algo de vista: simplemente basta con que ese algo sea lo que se ha perdido. Y pensé que el señor Fregono se había perdido, y que por eso no lo veía.

Entonces me dije: "El señor Fregono en realidad es El Solitario", el ladrón ése de los bancos que una vez mató a dos guardias civiles y que nadie conocía su identidad real, porque daba los golpes con una barba postiza que le ocultaba el rostro, y que de repente lo descubrieron y lo detuvieron en Portugal.

Era lógico que, si detenían a El Solitario más o menos al mismo tiempo que yo dejaba de ver al Señor Fregono por la ventana, yo dedujera de esa simultaneidad que el Señor Fregono y El Solitario eran la misma persona.

Simultaneidad es una palabra que quiere decir coicidencia en el tiempo de dos o más hechos. Hecho número 1: detienen a El Solitario. Hecho número 2: pierdo de vista al Señor Fregono. Conclusión: son la misma persona y, en efecto, ese hombre tenía muchos trapos sucios que limpiar, y por eso siempre estaba limpiando.

Estaba a punto de celebrar esta averiguación tan importante con una pomada (gin Xoriguer y limonada), cuando me di cuenta de una cosa: quizá no fuera el Señor Fregono quien se hubiera perdido, como yo creía. Quizá fuera yo la perdida. Puesto que, cuando fui a buscar el Xoriguer a la cocina, no lo encontré. Y no porque el Xoriguer se hubiera perdido (lo cual podría convertir a la botella de ginebra en el auténtico Solitario), sino porque aquella cocina en la que me encontraba no era la mía.

Volví atrás, donde estaba la ventana a la que unos minutos antes me había asomado para comprobar con sorpresa que el Señor Fregono NO estaba al otro lado, cuando me di cuenta de que aquella ventana TAMPOCO era la mía. De hecho, esta nueva ventana daba a un porche con una buganvilla medio seca y un olivo, y unas escaleras que bajaban hasta una piscina enorme y vacía. Y detrás de la piscina NO estaba la calle del Señor Fregono, sino un campo de hierbas amarillas donde pastaban unas vacas que, por su color pajizo, parecían leones.

Me froté los ojos, que es lo que se suele hacer cuando te cuesta creer algo que ven tus ojos, y exclamé: "pero qué ven mis ojos, todavía niños despiertos?", que es una frase mítica de un bicho que salía por la tele cada noche y se llamaba Casimiro y que, aunque era realmente muy raro, no era Casimiro García Abadillo. Luego se lavaba los dientes.

Me dije que, si no estaba en mi casa, cabían muchas posibilidades de que la que hubiera desaparecido fuera yo. Más o menos al mismo tiempo que detuvieron a El Solitario, lo cual, según la misma simultaneidad lógica de hace unas líneas, me convertía a mí en el ladrón de bancos que también mató a dos guardias civiles. Empecé a temblar, muerta de miedo: ¿significaba eso que estaba en la cárcel? ¿Estaría para siempre condenada a ver aquellas puestas de sol, y a pasarme las tardes a la sombra de un eucaliptus inmenso?

Para tranquilizarme pensé que una res no es igual a una rea. Y con la de moscas que revoloteaban por ahí, y mi capacidad para rumiar tanto las cosas, no cabía duda de que me había convertido en vaca.

Ser una vaca es la leche, porque te pasas el día comiendo, y duermes cuando tienes sueño, pero si no tienes sueño sigues comiendo y bebiendo, y te paseas por los campos de Jimena de la Frontera, sin cencerro, porque llevar cencerro es de locos, y esos se mueven en carro por la autopista. Si no te apetece, no dices ni mu. Pero si te apetece, puedes hablar con las gentes del pueblo porque más o menos hablan el mismo idioma que tú.

A los culés los llaman "catalinos", y comen unas setas que están muy buenas. Y aunque lidian con los siete infiernos de Dante (de Puerto Cherry a Puerto Banús, pasando por todas las urbanizaciones que se ven desde la autovía), sus carreteras secundarias rozan el paraíso. De vez en cuando puedes encontrar una playa sin construir y con el agua helada y con un montón de pijas madrileñas que se embadurnan de crema de coco.

Descubrí que existe la Sierra de Ubrique, y que si Jesulín se llama así no es sólo porque le gusten las ubres.

No me costó mucho acostrumbrarme a ser una vaca y tumbarme con las ubres al aire en la colchoneta de la piscina mientras me leía seis libros y medio (La cua del mestre de Albert Mas-Griera, Mobius Dick de Andrew Crumey, Gomorra de Roberto Saviano, La interpretació del crim (una basurilla de Jed Rubenfeld), La carretera de Cormac McCarthy, que es la depresión hecha libro, algunos poemas raros de las Certituds immediates de Miquel Bauçà, y un fragmento más del infinito Les Bienveillantes, de Jonathan Littel, que no me acabo nunca, porque en realidad no sé francés. Y una cosa tengo que decir: eso de que las vacas no pueden tumbarse a leer en una colchoneta de piscina es un mito.
Claro que, en realidad, yo no era exactamente una vaca. En realidad me había convertido en un león que, a su vez, se había convertido en vaca. Pero eso me costó más tiempo entenderlo.

Como digo, no me costó a acostrumbrarme a ser una vaca feliz, aunque fuera una vaca-león. Hasta que, hace dos días, me disponía igual que siempre a mordisquear un poco de hierba, cuando, de repente, la piscina, el eucaliptus, las buganvillas y los olivos habían desaparecido.

En su lugar, está el mar. Sólo el mar. Quieto, ¿puede ser un mar seco? Pequeño. Azul como azul es mi infancia.

La incógnita es si me he convertido en besugo. O en medusa-tigre.

9 comentarios:

vaderetrocordero dijo...

Dejaré de comer pescado, por si acaso.

Alberto Ramos dijo...

Lo peor de ser una vaca es cuando dejas de serlo: es el síndrome posvaca-cional.

(Un placer volver a leerte.)

Anónimo dijo...

Acabo de encontrar tu blog y va directo a mis favoritos, no te me vayas a escapar! =)

Besitos!

casimirogarciaabadillo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
casimirogarciaabadillo dijo...

Por alusiones, responderé. Casimiro se lavaba los dientes, igual que yo, después de decir sandeces, en mi caso las escribo. Debo decir que a mí no me crece la nariz como Acebes, pero estoy seguro de que a usted sí. Dónde se ha visto una leona convertida en vaca. Y le diré más...Ubrique se llamaba Planas hasta que Jesulín triunfó en las plazas de toros. Dada la afición del diestro nacido en Planas por los pechos de toda índole, le cambiaron el nombre y le pusieron Ubrique, que efectivamente viene de ubre, al igual que a su primera novia Belén Estetan. Y si no sabe algo, investigue, como hago yo o se cree que es tan fácil averiguar que detrás del 11M estaban Terra Lliure.

Joyce dijo...

Esto es lo que se llama volver por la puerta grande.

Diamante dijo...

Como me gustaría que mis sueños, 1º pudiera recordarlos, y 2º que fueran tan ricos como estas realidades que cuentas. En principio el silogismo estaba muy bien explicado, era tremendo, muy claro, después con la crema de coco y el barral de barcelona me has matado de risa, siempre esperas con una sonrisa y un preludio de carcajada al siguiente reglón y con ese se desencadenó. Algún dia pondré fotos de ventanas flipantes que TAMPOCO son la tuya. Demasiadas cremas son malas para la piel, se acostumbra. La vida de la vaca, que aun que se pueda parecer y confundido está el prejuicio, no tiene nigún sobrepeso, es la envidia de todo el mundo, es el deseo mejor guardado, rozando el paraiso. De puerto en puerto y tiro por que me ha tocado*, los marineros son los que llevan el mensage de intercambio, mercadeo, adalides del diplomatismo bruto, los de pañuelo en la cabeza de los comic.
...
No se quien es ese escritor, Casimiro Garcia Abadillo, del que hablas.
...
No se que hace más mal, si a ti escribir con tanta libertad de ralación o a mi leerte o yo a ti respondiendote queriendo ser un trol.

Galahan dijo...

Había desaparecido cual señor fregono, pero ya he vuelto (un ratito) para decirte que sigo en la ventana de enfrente ;)

Don Peperomio dijo...

Quién fuera vaca en Barbate, entre molinos de viento, como un Quijote en busca de atunes del Atlántico.
Yo también me siento vaca.