viernes, 2 de septiembre de 2011

Hombres Supuestamente Interesantes con los que nunca volveré a acostarme (VI)

El falso amigo (o el consolador dorado). Recibe el nombre de “falso amigo” aquella palabra que, en un idioma, se parece mucho o es igual a la de otro, pero cuyo significado es distinto. Por ejemplo: presunto, en portugués, quiere decir jamón; embaraçada, avergonzada. Subir, en francés, se traduce por sufrir. Grocery, en inglés, por mercancía o tienda de ultramarinos. Y un poco de todo esto tiene la lección de hoy que recordé ayer.

Había una vez una chica que tenía una percepción tan esencial de la vida que a menudo debía frivolizar para no saltar por la ventana. En los momentos chungos tomó por costumbre reírse de sí misma y refugiarse en brazos amigos que, si bien no la sostenían (ella quería valerse por sí misma), sí la consolaban mediante caricias y arrumacos durante las noches frías. Así conoció hace años al que luego llamaría El Amante que Huyó Bajo la Lluvia, un amor absurdo por imposible porque él tenía novia.

La primera noche, él le contó cosas muy tristes sobre su familia, cosas que aquella chica creía que sólo salían en las películas de Antena-3 o en los breves de un periódico. Caminaban por las calles vacías a horas intempestivas y entonces él le dijo: no sé por qué te cuento todo esto. Se besaron. Estuvieron viéndose a escondidas durante algunos meses hasta que él se largó dramáticamente bajo la lluvia. Ella lloró mucho. Lo había pasado mal a raíz del sentimiento de culpa y por el terror de saber que lo suyo no tenía futuro y, al comprobar que el futuro estaba ahí mismo, un abismo se abrió bajo sus pies.

Nunca pensó que estuviera enamorada. Sentía que quería mucho a aquel chico, que tenían una complicidad cojonuda, le esperaba sin esperarle con la estúpida certeza de que acabarían juntos tarde o temprano, cuando aquella frivolidad suya y la novia de él se fueran a tomar viento. A veces, cuando iba borracho, él le enviaba un mensaje o la llamaba a las tantas. A veces también colgaba. Llamadas perdidas que no reclamaban nada.

Dejaron de hablarse. Sin rencor, sin rabia. Él se había ido, ella renovaba su colección de amantes, salía en serio con alguien, volvía a ser la impetuosa de siempre que no necesitaba más apoyo que el de los amigos tradicionales y la fiel seguridad que le rendían mil horas de trabajo. Un día, años más tarde, coincidieron en una fiesta. Ella estaba descolocada tras un verano con la libido por los suelos, a raíz de haberse cargado su enésima relación “seria”. El Amante que Huyó Bajo la Lluvia también había cortado con su novia y no acababa de superarlo, también estaba hecho un lío. Se consolaron mutuamente.

Vamos a ver: ni eran pareja ni tenían intención de serlo. Ella era muy feliz con sus dos amantes y medio (el medio era el Hombre de Hojalata, que padecía a su lado una terrible impotencia, lo que mermaba la confianza de la chica que sabía que aunque te digan: “no sé qué me pasa, es la primera vez que me ocurre algo así, me intimidas”, etcétera, y aunque ella le quitaba hierro al asunto contestando: “no te preocupes, será que te gusto demasiado y estás enamorado de mí”, en realidad si no le ponía es que no le ponía y punto, y es horrible no ser capaz de excitar al tío que tienes en la cama. Pero bueno, por dónde íbamos).

Que la narradora de esta historia y aquel recuperado Amante Que Huyó Bajo la Lluvia se llevaban bien, bromeaban mucho y no se exigían nada. Eran amigos y se tomaban el pelo (cuando hablaban por teléfono, por ejemplo, los compañeros de piso de él le cantaban la marcha nupcial). Era un rollo desenfadado y sin compromiso que a ambos les iba muy bien. A veces él se presentaba en su casa de madrugada, después de una noche de fiesta, y ella, en vez de mandarlo a la mierda, le abría todas las puertas.

Un día ella se enamoró de otro, o se dejó enamorar por otro. Mientras se enrollaban, pensó en el Amante Que Huyó Bajo la Lluvia y aquel tipo le dijo: “Estás ausente, es como si tuvieras novio”. Ahí se preocupó un poco. Pero le dio más importancia al "poco" que al motivo de su preocupación.

He empezado diciendo que la narradora tiene una percepción esencial de la vida y a menudo debe frivolizar para no suicidarse. No es tan exagerado como parece. Se dio cuenta de que quería mucho a aquel Amante Que Huyó Bajo la Lluvia, pero era consciente de que las reglas de su juego eran otras; él le había repetido varias veces que no quería salir con nadie, a ella le daba igual que se hubiera follado a compañeras suyas (incluso a alguna buena amiga, algo que nunca le confesaron).

Con él se veía desde el otro lado, como quien observa su propia evolución y su educación sentimental; era consciente de dónde se equivocaba, qué tonterías cometía, cuáles eran sus necesidades. Y aunque ya no esperaba sin esperarle como sí había hecho años atrás (cortará con su novia y entonces volveremos a estar juntos), agradecía haberle conocido porque fue apoyo y refugio –amigo– cuando más lo necesitaba.

Continuaron cada uno con su vida después de quedar un par de veces y de que el encuentro fuera un poco dramático (de nuevo, el adverbio es lo importante). Él no se daba cuenta de esto. Para él ella también había sido un refugio, sí, donde guarecer su polla circuncidada; ella era la chica simpática que estaba dispuesta, la puerta siempre abierta de madrugada. No quería problemas.

No creáis que los doy, soy fácil incluso en eso.

Falso amigo: cada una de las dos palabras que, perteneciendo a lenguas distintas, se asemejan mucho en la forma pero difieren en el significado.

Pese a que se enlazaban, su lengua no besaba lo mismo que la mía.

Ayer nos vimos. Aunque siempre hemos procurado llevar nuestra historia intermitente en secreto, todo dios la sospecha. Nuestros amigos me dijeron que no querían salir conmigo porque “a las dos siempre te vas a fornicar”. Entonces me volví hacia él y le pregunté: “¿Qué hora es?”. Era una broma, ahora mismo lo último que me apetece es desenterrar viejas historias, me he hecho mayor, pero me gusta provocar, qué le vamos a hacer.

Supongo que él creyó que lo violaría en el baño, la mayoría de tíos que conozco son unos creídos y nuestras recaídas siempre han sido en septiembre. El error es mío, por habérselo puesto siempre todo tan sencillo. Pero yo pensaba que éramos amigos y que, del mismo modo que había podido contar conmigo, podría contar con él en los momentos jodidos. Anoche todos fueron muy cariñosos, estuve hablando hasta que cerraron el puto AlmodoBar y él me evitó todo el rato, se fue sin despedirse. Nueva huida y eso que no llovía. Yeah.

Me envió un mensaje: “Era la mejor decisión. Hoy no era el día. No te enfades”. Y me enfadé. Seguramente conmigo misma. Porque a estas alturas debería saber qué significa presunto, cómo se dice avergonzada, de qué va sufrir y que la grosería es que te traten como una puta tienda de ultramarinos. Falso amigo, que te den por culo con un consolador amarillo.

PD. Lo del consolador dorado es una metáfora: cuidado con lo que te consuelas, porque eso que te metes y con lo que te alivias se lo puede haber introducido un cineasta de culto por el ano.

8 comentarios:

Alberto Ramos dijo...

Acostar (en catalán) también es un casto amigo.

Vladimir Herrera dijo...

No sé porqué pero las cosas no son así ni en Lima ni en el Perú. Y es que somos muy pobres. Pero qué bien escribes.

Mel Alcoholica dijo...

Al: Acostar-se es acercarse. Pero a veces ni siquiera tampoco. Cabreo, cabronada y estar como una cabra vienen de la misma familia y la misma lengua.

Vladimir, supongo que aquí las cosas tampoco son del todo así. De hecho, tras la resaca, la arena se llena de tesoros, sopla una suave brisa y es como si nunca hubiera habido ni tormenta ni borrachera. Pero la decepción (en este caso) es buen material literario. Gracias.

humo dijo...

Creo que no ha entrado el comentario.
Te decía que dichosos los ojos.

Alberto Ramos dijo...

Acabo de recordar que pulpo en portugués es polvo.

(A John Fante le habría encantado esta web.)

errante dijo...

Pues que le den!
Yo me voy a tomar una copilla a tu salud, para que sigas escribiendo.

Un beso.

Zittric dijo...

Yo tengo uno de esos Falsos Amigos, que nunca salió huyendo bajo la lluvia, que siempre está triste, y nunca puede acercar(se) en cualquier lugar...aún así, me encanta que sea mi Falso Amigo.

Salud!

Joselita del Sur - Exilio Voluntario dijo...

Qué grande eres...
Gracias.