miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cita a ciegas

No me quedó claro por qué quería entrevistarme, pero accedí. Las últimas palabras de su último e-mail, en el que acordamos el lugar donde quedaríamos (una parada de autobús), decían: "Supongo que no tendremos ningún problema en encontrarnos, me reconocerás fácilmente por el bastón; soy ciego".

Mientras le esperaba en Ronda Universitat, repasé todas aquellas expresiones que era mejor no utilizar: "¡A ver!", "Veamos", "¿Ves?", "Mira a ver si puedes...", "Ya nos veremos". Fui a buscarlo a la puerta, le ayudé a bajar la escalerilla, lo aparté de la gente, preguntó: "¿Puedo agarrarte del codo?", y nos fuimos a tomar unas cervezas.

Huelga decir que pillamos un ciego de la hostia.

Se sirve con cuidado, no sabe inclinar el vaso para que no se le llene de espuma; en cambio, sí sabe sonreír. Sonríe todo el rato. Pero no como una mueca, sino porque está contento. Yo miraba su sonrisa y le preguntaba: ¿cómo sabes sonreír, si nunca has visto una sonrisa? Y él la ensanchaba todavía más.

Fue un adelantado, nació a los seis meses y medio, y nadie sabe si la incubadora le quemó las retinas o de todos modos hubiera sido así. Tiene un agujero en la cabeza donde no le crece pelo, y la frente abultada y los ojos hundidos. Pero, es curioso, tiene una forma de la cara muy bella, nariz y boca perfectas y sus ojos, aunque perdidos, son verdeazules, muy bonitos.

Él no sabe qué es el verdeazul.

A veces va a esquiar y tiene un monitor que primero le indicaba desde atrás y ahora lo hace desde delante. De ahí, creo, viene la confianza ciega. Y claro, no sabe qué es el vértigo, ni siquiera una montaña. Ignora la distancia que se abre bajo sus pies en el telesilla.

También ignora qué es el rojo, y aunque sabe que la hierba es verde, no puede hacerse a la idea.

Me preguntó: "¿Verdad que eres morena?". Contesté: "Pues no, ¿qué te hace pensar eso?". Su respuesta: "Que te rías tanto, todo el rato; casi todos los morenos que conozco se ríen mucho".

Le conté que una vez vi a un ciego en el metro, serían las ocho de la mañana, y en su camisa tenía un lamparón. Pensé que menuda putada, que nadie le diría a ese ciego que llevaba una mancha en la camisa, y por culpa de eso la llevaría todo el día.

A él no le gusta ensuciarse, va con mucho cuidado. Pero en realidad, no sabe lo que es un lamparón. De hecho, le cayó un poco de cerveza en el polo a rayas, y le tranquilicé, que la cerveza se va y no se ve.

Tiene un pésimo sentido de la orientación. Es incapaz de salir del bar y llegar a la terraza donde estaba sentado, porque le da por encaminarse a la izquierda o la derecha, cuando la mesa está a sólo tres pasos al frente.

Un día, su madre le comentó: "Mira, un cegato". Y él: "Quieres decir otro".

Quiere ser locutor de radio y le gusta leer. Tiene un scanner que traduce los libros a Braille.

Tuvo una novia en Granada, cada día hablaban dos horas, y así estuvieron dos años. Hasta que por fin se vieron. O no. El amor no es tan ciego como dicen.

Nos encontramos a dos amigas mías que debieron ir a clase con él; estuve a punto de preguntarle: "¿No coincidísteis en la Universidad?".

Volví a acompañarle al autobús, casi tan desorientada como él; no notó que hacíamos eses. Estuve mirándole mientras se sentaba, el autobús arrancaba.

Él no.

10 comentarios:

Diamante dijo...

vale, 1º pensé que podria ser tipo la peli cita a ciegas con Kim Basinger y Bruce Willis, pero al momento "me doy cuen" que no.

Ciego pero siempre consciente

38 grados dijo...

pues lo cierto es que tu texto me ha emocionado.

Chexpirit dijo...

Había un chiste muy gracioso sobre un ciego que enseñaba su casa a un amigo e iba diciendo "Éste es mi sofá, ésta es mi tele, ésta es mi habitación, ésta es mi cama, ésta es mi mujer, y éste... éste... ÉSTE!!!... Ah éste soy yo" (Cuando en realidad no era él)

Alberto Ramos dijo...

Seguro que esa novia no pudo evitar decirle aquello de "no hay en la vida nada como ser ciego en Granada".

Y es que con los ciegos hay que tener mucho tacto.

eSadElBlOg dijo...

yo conocía un niño de 8 años ciego, yo siempre preocupada con no decir "mira" y esas cosas pero él me decía "enseñame tu coche", y como era un escarabajo decía que era el que más le gustaba por las curvas, "llevame a ver el partido de fútbol" y le tenía que ir explicando que hacía cada uno de los niños, un día hasta me hizo desenrollar un poster que yo llevaba y explicarle que había en cada parte del papel. Ahora debe tener 20 años o así y he oído que es un violinista estupendo.

humo dijo...

Por mi trabajo, he tratado con um buen número de ciegos, y te puedo asegurar que ellos mismos, al encontrarte, pueden decir "Hacía tiempo que no nos veíamos" y, al despedirse te sueltan un "Ya nos veremos" que de primeras te deja clavada en el sitio.

Suelen tener bastante sentido del humor y se ríen de sus limitaciones, lo contrario que les ocurre a los cojos, sin ir más lejos...

(Por cierto: una de las personas más inteligentes y divertidas que he conocido había nacido ciega)

vaderetrocordero dijo...

Aprovechada... Aunque no dudes que él sabía que le estabas mirando.

vaderetrocordero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

muy bueno me ha gustado la historia tendrás que aprender braille

Bambu dijo...

Qué cita tan interesante, al final compartisteis cegera ;-)